Aunque la palabra “carajo” hoy pueda resultar vulgar o hasta prohibida, en realidad se refiere a un término común que utilizaban los antiguos marineros españoles.
Hoy en día utilizamos esta frase, impulsivamente, cuando sentimos la necesidad de que alguien desaparezca de nuestra vista; bien porque nos molesta, bien porque nos está mintiendo o engañando, o bien por cualquier otro motivo que nos incomode.
Si nos remontamos siglos atrás, en la época naval dorada, encontraremos el significado y sentido de esta expresión.
El carajo es la canastilla que servía de puesto de guardia situada en la parte alta del palo mayor de los antiguos barcos de vela españoles. Cuando un marinero cometía algún error o falta, se le mandaba a ese lugar como castigo, usando la expresión «te vas al carajo».
El “carajo” era el punto más alto y con mayor visibilidad de toda la nave desde el que se podía divisar tierra u otras embarcaciones y así evitar posibles ataques de piratas o enemigos. En dicha canastilla se estaba expuesto al viento, frío, lluvia, y a los fuertes vaivenes del oleaje. Por lo mismo este no era el lugar más deseado donde permanecer ni un minuto por la tripulación, por lo que se utilizaba de forma de castigo.
Escuchar «¡vete al carajo!» debía ser una de las frases que nadie quería oír en alta mar.
Cuando el marinero bajaba de este lugar, lo hacía tan mareado que tenía que estar en cama durante algún tiempo porque no podía manutenerse de pie; de hecho, aquí nace otra frase “no vales un carajo”. En alusión a que el marinero no servía para estar en aquel lugar.
En definitiva, pocos lugares existen más indeseables que el «carajo», por lo que con el paso del tiempo esta frase se convirtió en insulto.