¿Quién no se ha tomado un champurrado calientito acompañado de un tamalito? Bueno, pues hay que agradecerles a los antiguos aztecas por esta deliciosa bebida, literalmente “de los dioses”.
El atole en general tiene su origen en los aztecas. Dicha civilización aprovechaba el maíz que cultivaba para preparar toda clase de bebidas y comidas. En concreto, esta bebida es una mezcla de maíz, cacao, piloncillo y agua que se sirve caliente y que se utilizaba como bebida sagrada en algunos rituales y ceremonias.
Pero de la amplia gama de atoles, hay uno que destacó; el champurrado. Y es que todos llevan el nombre del ingrediente que lo acompaña: atole de arroz, atole de guayaba, atole de pinole. Pero no pasa así con el champurrado, el cual es uno de los atoles más representativos de México.
En este caso, para preparar el champurrado los aztecas solían agregar granos de cacao, ya que por aquel entonces no conocían el azúcar. De esta manera, el champurrado se extendió por gran parte de centro América, debido a su dulce y energético sabor.
Grandes personajes de la historia han hecho publicidad de esta bebida cuando la descubrieron y probaron. Es el caso de Hernán Cortés, que incluso la añadió en las Cartas de Relación que redactaba. También Francisco Hernández, médico de la corte de Felipe II dedicó un período de su vida a estudiar las ricas propiedades nutritivas que aporta esta bebida, que incluyó en su obra: Historia Natural de Nueva España.
Así que la próxima vez que lo beba, deles las gracias a los aztecas.
Yo lo dejo con música un ratito porque ya llegó mi champurrado y mi tamal de dulce.