Aideé Balderas Medina
@aideebalderas
En la Sierra Gorda, región cultural ubicada geográficamente en los estados de San Luis Potosí, Querétaro y Guanajuato, está arraigado el huapango arribeño, expresión musical que pone a prueba el talento y resistencia de músicos y bailadores. Su máxima expresión es la topada, la cual dura hasta diez horas continuas, ésta, como su nombre lo indica, es un enfrentamiento musical y poético. El 31 de diciembre en Xichú, Guanajuato, se realiza la topada más importante de la región; inicia a las doce de la noche y termina a las once de la mañana del primero de enero.
La topada es una prueba sumamente difícil que enfrentan músicos y poetas arribeños. Manifestación que se caracteriza por privilegiar y poner, literalmente en alto, la palabra. Los músicos suben a un espacio llamado tarango o tablado, el cual consiste en dos bancas de madera, colocadas una frente a la otra, cada una a dos metros de altura aproximadamente. A cada tarango sube un grupo de huapango arribeño, conformado por dos violines, una guitarra quinta huapanguera y una jarana huasteca o vihuela.
El organizador de la topada propone el tema o fundamento que se va a desarrollar. Sí es una boda, se canta a los novios y se abordan temas bíblicos sobre la creación; al repertorio que se usa para bodas se le llama “Toñitas”. Los poetas arribeños escriben y memorizan la letra que van a cantar y otra parte la improvisan. Se preparan hasta con dos meses de anticipación. La estructura poética que usan es la décima, estrofa de diez versos, la cual puede tener de ocho a doce sílabas. Escribir y memorizar parece algo sencillo, sin embargo no es cosa fácil cuando se trata de un repertorio de diez horas continuas. El grado de dificultad aumenta porque además de escribir, memorizar e improvisar, el poeta arribeño requiere un alto nivel de concentración pues durante la topada toca la guitarra quinta huapanguera.
Además del tema de fundamento, los poetas deben estudiar muy bien a su contrincante pues una de las partes de la topada que más gusta a la gente, es el aporreón o bravata. En esta batalla se realiza un ataque frontal, donde las estrategias de confrontación son la lírica que prepararon, el ingenio para crear versos al instante, la capacidad de respuesta y la perspicacia para plantear preguntas que logren poner en aprietos al contrario. En el aporreón se trata de sacarse todos los trapitos al sol.
El poeta arribeño Pablo González conoce muy bien su oficio y una de sus armas son las palabras esdrújulas, esto implica el manejo de mayor vocabulario; también se distingue por el uso de versos encadenados, es decir, el último verso con el que termina una décima, es el mismo con el que inicia la siguiente.
El enfrentamiento durante la topada no solamente se da entre poetas, los violinistas hacen gala de su virtuosismo y juegan un papel fundamental en el desarrollo de la misma; algunas veces hasta los vihueleros que saben improvisar, también se echan sus habladas.
Durante la topada se respeta un reglamento no escrito, por ejemplo, el grupo visitante es quien lleva la mano, es decir, es el que inicia la topada y decide en qué tonos y qué repertorio de sones o jarabes se van a tocar. Si el primer violín, del grupo que lleva la mano, toca sones llamados “Rositas”, el contrincante debe tocar otras “Rositas”. Como la topada se trata de un diálogo, poetas y músicos no deben abandonar el tablado en ningún momento, deben estar atentos o como se dice coloquialmente, deben estar “al tiro”.
La práctica del contrapunto, controversia o pico a pico está presente en diversas músicas de países de Iberoamérica como Puerto Rico, Panamá, Cuba, España, Islas Canarias y Chile por mencionar algunos. La tradición del aporreón está arraigada en la música popular pero también en expresiones urbanas como el rap, con las célebres batallas de freestyle.
Uno de los referentes más importantes de la lírica popular contemporánea de habla hispana, pertenece a la tradición del huapango arribeño, se trata de don Guillermo Velázquez Benavides de los Leones de la Sierra de Xichú. La lírica de don Guillermo es sumamente crítica, su interés está puesto en evidenciar los problemas sociales contemporáneos de nuestro “México lindo y querido pero espinudo también”.
Ejercer el oficio de poeta arribeño no es cosa sencilla, se requiere de mucha preparación, es un oficio que no puede realizar cualquiera, es por ello que se cree que existe un destino. El destino es el llamado, así como en la tragedia griega, es algo de lo que no se puede escapar. Los máximos exponentes del huapango arribeño, también llamados “poetas por destino” han sido campesinos, hombres sabios que no recibieron una formación académica, son autodidactas de talento natural como don Pancho Berrones, don Lupe Reyes, don Antonio García entre otros. La décima se cultivó en el siglo de oro y hoy en día se práctica con gran rigor en la sierra gorda.
El repertorio musical del huapango arribeño es amplio, se ejecutan valonas, jarabes y un gran número de sones, entre ellos: rositas, pajarillos, caballitos, peteneras y presumidas. Los sones que se tocan en el huapango arribeño están estrechamente vinculados con el son huasteco, su familiaridad es la de primos hermanos. Como bien señala Guillermo Velázquez, el huapango arribeño acompaña “la fiesta y el quebranto” pues también existe un extenso repertorio de música que acompaña velaciones, a ésta se le llama música de camarín, se toca en iglesias y se ejecutan minuets o vinuetes, pasos dobles, marchas y valses.
Hasta la fecha no hay registro de alguna mujer trovadora que se haya enfrentado en una topada, sin embargo, hay mujeres que han desempeñado un papel muy importante dentro de la tradición como cantantes, es el caso de la recopiladora e investigadora doña Socorro Perea; doña Isabel Flores que acompaña a Los Leones de la Sierra de Xichú e Hilda María quién es parte del grupo Dr. Chessani y los huapangueros de Rioverde, también de Rioverde está doña Anita Rodríguez. La poesía del huapango arribeño también ha encontrado eco en la voz de Amparo Ochoa y Lila Downs, con versiones radicalmente diferentes de la poesía “Viene la muerte echando rasero” de don Chon Aguilar.
La música tradicional a pesar de no estar presente en los medios masivos de comunicación, se mantiene más viva que nunca en las comunidades, la gente la escucha y va a bailar a las topadas. En el huapango arribeño el relevo generacional está garantizado pues hay jóvenes poetas y músicos, que están comprometidos para continuar este arte que se ha conservado por generaciones, entre ellos destacan Neftalí Díaz, Jesús Hernández, Guilebaldo Díaz y Vincent Velázquez de Xichú y los hermanos Diego y Fernando López de San Luis Potosí.
Para que siga fructificando el son arribeño, se están sembrado semillas en los talleres de formación de niños y jóvenes huapangueros, en Cerritos, San Luis Potosí a cargo de Fernando Márquez y en la comunidad de Palomas, con Ángel González.
En Xichú, la sociedad civil se encuentra muy bien organizada y comprometida para conservar sus tradiciones. El Comité comunitario y recientemente con el apoyo del Comité juvenil, han realizado treinta y cuatro emisiones de el “Festival de Huapango Arribeño y de la Cultura de la Sierra Gorda”. Durante todo el año trabajan para recaudar fondos; ya que el Festival es totalmente autosustentable y autónomo, no depende de ningún presupuesto federal o estatal, se realiza con la ayuda de aportaciones voluntarias de comerciantes y migrantes xichulenses que radican en los Estados Unidos y el interior de la República. El Festival se lleva a cabo del 29 de diciembre al primero de enero, ofrece una diversidad musical de calidad, que va desde expresiones como ska, rap, blues y música tradicional; el plato fuerte, por supuesto es la topada. Los Comités comunitario y juvenil con su trabajo se han convertido en un ejemplo de organización y resistencia cultural desde y para la comunidad.
¡Qué viva el huapango!
Excelente información, amplia y verídica.