Se llama Eduardo Lizalde y es poeta. También amante de la ópera, carpintero muy reconocido en su casa, melómano de voz grave y profunda, hombre de radio y dueño de una escritura legendaria.
Nacido en el Distrito Federal el 14 de julio de 1929, Lizalde es uno de nuestros máximos poetas. Es un hombre sabio y tiene fama de ser tajante como cuchillo. Le dicen El Tigre, porque los tigres lo han acompañado a lo largo de toda su vida: desde los seis años de edad, cuando aparecieron en la primera novela que leyó: La perla roja, de Emilio Salgari, según cuenta en su Autobiografía de un fracaso, y después, arañándolo desde las novelas de Rudyard Kipling y las historietas de Tarzán. Pero, sobre todo, como símbolo y metáfora en otros libros –de Balzac, Rilke, William Blake- donde el tigre estaba oculto y ronroneaba. Escribir se convirtió entonces, para Eduardo Lizalde, en tentación irresistible.
“Escribí poemas desde muy niño, y a los trece años o doce, me consideraba capaz de llevar delante de manera genial cuando menos tres carreras: la de cantante, la de pintor y la de poeta. Me parecía posible, en breve tiempo, ser cuando menos como el barítono Titta Ruffo, Miguel Ángel y Góngora si me empujaban vientos propicios.”
Los vientos, sin embargo, lo condujeron por el habitual camino del creador. A los 18 años comenzó a publicar pequeños poemas en el periódico El Universal y, cuando tenía 27, apareció su primer libro La mala hora. Asimiló entonces que escribir era un diálogo con la tradición literaria universal y se dio a la tarea de buscar su propia voz. Lizalde afinó la tesitura y en el momento propicio alcanzó su completa madurez literaria, fue en 1970, cuando publicó El tigre en la casa. Este libro marcó un hito en la poesía mexicana. A propósito de él Octavio Paz escribió: “Fue ese año, en el sentido fuerte de la palabra, el de la aparición de un poeta verdadero. Tiene algo de milagroso”. Su amigo Salvador Elizondo, dijo que esa obra cambió el lenguaje y el tono poéticos, y agregó: “.todo aquí está investido de una violencia y de un sentimiento nihilista que se expresa por imágenes de una atroz belleza que no tienen, ciertamente, paralelo en la historia de nuestra poesía”.
El erotismo y el humor han ido juntos en la obra de Lizalde. Indistintamente sus poemas desembocan en una celebración vital de todo lo que es humano: los apetitos, las palabras y las cosas, el infortunio amoroso, la fatal futilidad, la muerte individual y de la especie, los impulsos más bajos y los deseos más altos. Pero también la pasión y el amor que todo lo ocupan y que no nos dejan nunca.
El Instituto Mexicano de la Radio festeja a Eduardo Lizalde por un año más vida. Nos llena de orgullo que su voz y su creatividad estén presentes en nuestras ondas radiofónicas. Gracias por todo ello y también por su elegancia y encanto como conductor y por toda la sapiencia que nos ha regalado en Contrapunto y Memorias y Presencias.
Ochenta y cinco rayas tiene nuestro tigre.
Les invitamos a escuchar, en el audio que se encuentra debajo de estas líneas, una de las colaboraciones especiales que el Maestro Eduardo Lizalde ha hecho para el IMER.
Escucha el audio.