“Cuando ves a un músico de jazz tocar, estás viendo a un pionero,
estás viendo a un explorador, estás viendo a un experimentador, estás viendo a un científico,
estás viendo todas estas cosas porque es el proceso creativo encarnado”.
-Albert Murray
Por Edmeé García
Louis Armstrong- también por los motes de Satchmo y Pops – nació el 6 de agosto de 1901, es decir hace 114 años, en el seno de una pobre familia de Nueva Orleans. Su conflictiva infancia transcurrió en un barrio de Storyville conocido como “el campo de batalla”, el cual además de hacer honor a su nombre albergaba varios burdeles, pues este era un distrito en el cual la prostitución se practicaba legalmente.
La estrechez económica de su familia lo llevó a integrarse a la fuerza laboral infantil, a veces repartiendo periódicos, otras transportando carbón. Cuando tenía siete años, su madre decidió enviarlo a la escuela para varones de Fisk. A partir de ese momento y durante los siguientes cuatro años trabajó para un ruso de apellido Karnofsky antes y después de clase. Hasta que un día le pidió un adelanto salarial de cinco dólares para comprarse una trompeta.
Este hecho fue narrado por Louis Armstrong de la siguiente manera: “La pequeña corneta estaba muy sucia y se había vuelto negra. Morris -uno de los hijos de Karnofsky- la limpió con un poco de abrillantador de metales y le vertió aceite… Me pidió que tocara una melodía con ella. A pesar de que yo no podía tocar bien una melodía Morris me aplaudió de todas formas, lo cual me hizo sentir muy bien. Mientras crecía las personas para las que trabajé estaban muy interesadas en mi futuro en la música. Ellos podían ver que tenía música en mi alma. Realmente querían que fuera algo en la vida.”
Sobra decir que este sencillo acontecimiento resultó decisivo tanto para la vida del trompetista como para el desarrollo del jazz en general. La fluidez de sus solos, que parecían cantar, contribuyeron a que se acentuara y desarrollara el papel del solista dentro del jazz. Esto resultaría crucial en los años venideros de un género que es conocido como la única forma de arte que ha dado Estados Unidos al mundo.
Además de sus habilidades musicales el trompetista irradiaba carisma y con él conquistó a un amplio público que asistía a los trescientos conciertos que daba por año alrededor del mundo. La gente no se cansaba de escuchar su trompeta ni el inconfundible timbre de su voz. Es por todas estas razones que un siglo después de su nacimiento la música de Louis Armstrong sigue teniendo gordas filas de admiradores a quienes aún hoy, hace sonreír.