Crónica y fotos: Itzel Olguín.
El aniversario de los 500 años del nacimiento de Santa Teresa de Ávila, máxima figura femenina del Siglo de Oro español, representa tal vez el más importante acontecimiento del año 2015 dentro del mundo de la literatura en lengua española. La trascendencia de esta efemérides nos llevó a asistir, el pasado 4 de junio, al único homenaje artístico que se realizó en México para recordar a esta singular escritora, mística y pensadora. El Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, en la Colonia Condesa de la Ciudad de México, fue el espació en el que se presentó este emocionante espectáculo que reunió la poesía, la lectura, el arte escénico y la música polifónica bajo el título “Iluminata: Teresa de Ávila, 500 años del camino a Las Moradas”. A partir de un profundo trabajo de investigación se llevó a cabo esta propuesta visual y sonora que fue organizada y creada por la poeta y promotora cultural Claudia Posadas, junto con Yurev Vivero y Aura Martínez, directores del ensamble de música antigua Ditirambo, y la actriz Daniela Salazar, directora escénica del ensamble, con el apoyo del Instituto Nacional de Bellas Artes, a través de la Coordinación Nacional de Literatura en colaboración con la Universidad Autónoma del Estado de México.
A las siete de la tarde, hora de la cita, ya estaba abarrotado el lugar, y poco a poco el público asistente fue dejando atrás las prisas del mundo moderno para transportarse al siglo XVI y sumergirse en la profundidad del pensamiento de Teresa. El espectáculo aprovechó las características de la casa e hizo que el espacio, aunque pequeño, permitiera al espectador la visión y la escucha en diferentes planos. En el balcón principal interno de la casa se situó el Ensamble de Música Antigua Ditirambo que trabaja, desde el año 2004, en la interpretación y divulgación del repertorio musical medieval, renacentista, barroco y novohispano. Su participación fue uno de los ejes del espectáculo y, a partir de la investigación de Aura Martínez y Yurev Vivero, directores de dicho ensamble, presentaron un repertorio compuesto por obras de su autoría basadas en poemas de Teresa de Ávila, y un conjunto de grandes obras polifónicas que dialogaban e interactuaban con el relato escénico y que permitieron el privilegio de escuchar obras del Maestro de Capilla y sacerdote Tomás Luis de Victoria (1548-1611) coetáneo y coterráneo de Santa Teresa, considerado el mayor exponente de la polifonía española del Renacimiento cuyas obras, coincidentes con la línea mística de Teresa de Jesús, han trascendido los siglos y que pocas veces se interpretan en México. Fueron catorce músicos en escena que interpretaron, en una artesanía sonora, las piezas O magnum misterium, Vidi Speciosam, Jesu dulcis memoria, Descendit Angelus Domini y Animan mean dilectam.
El principal hilo conductor de la escenificación fue un monólogo dramático escrito por Claudia Posadas, y basado en tres de las obras teológicas de Santa Teresa más importantes: “Las Moradas o Castillo Interior”, “Vida” y Fundaciones”. Fue interpretado por la actriz Daniela Salazar cuya presencia en otro de los balcones del espacio, hizo que los asistentes levantaran la mirada y flotaran en calles antiguas, entraran a tiempos remotos y escucharán muy cerquita la voz de Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, Teresa de Jesús, una mujer renovadora e inteligente, cuya conciencia resultaba extraña en tiempos en los que el pensamiento de la mujer se suponía destinado a otro tipo de menesteres. Asimismo, en una singular imbricación, se dio lectura a poemas relacionados con el eje dramático de la puesta, escritos por Santa Teresa y por su guía espiritual, San Juan de la Cruz, éste último interpretado por el joven poeta Hernán Sicilia
Otro de los grandes privilegios de la noche fue que algunas de las más grandes poetas mexicanas participaron, poniendo su presencia, su voz y sus letras en este homenaje: Angelina Muñiz-Huberman, Coral Bracho, Marianne Toussaint y Carmen Leñero quienes, junto con la poeta Claudia Posadas y la comunicadora Lorena Elizabeth Hernández, que dio lectura a poemas de Santa Teresa y a un texto de su autoría, tendieron puentes entre la inteligencia y las letras de una mujer de hace 500 años, y los universos creativos de las autoras mexicanas de hoy.
Fue una noche única y se logró la magia de reunir trabajo, arte, conocimiento, sensibilidad y emociones que , sin duda, fueron contagiados al público. Compartimos con ustedes algunos fragmentos de lo que se vivió en este homenaje que celebró legado poético de la mística Teresa de Ávila a 500 años de su natalicio.
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