El domingo 22 de febrero murió Raquel Tibol, una de las más importantes críticas de arte de México y una de las mayores conocedoras de las vanguardias artísticas mexicanas del siglo XX. Mucho se ha escrito en estos días sobre su trayectoria, sus anécdotas y sobre la manera en la que sus reflexiones y su obra enriquecieron el panorama cultural de México. Pero ahora nosotros queremos referirnos a una faceta suya que nos toca muy de cerca: su trabajo en la radio, una actividad que ocupó buena parte de su vida y para la cual se preciaba de ser muy buena. Y es que Raquel Tibol fue una mujer de radio. Se encontró con este medio de comunicación antes de llegar a México, en su primera salida de su natal Argentina, cuando, en 1952, comenzó a trabajar para la radio chilena como conductora y guionista.
Tiempo después, ya en nuestro país, tuvo por muchos años un programa en Radio UNAM que se llamó “Museos en el Aire” y su última colaboración para la radio la hizo precisamente con nosotros, en el IMER, cuando, entre 2011 y 2013, realizó seis series capsulares, de cuarenta programas cada una, sobre los temas de arte que eran su especialidad.
Para Raquel Tibol lo más importante en el trabajo de la radio era el contenido, sabía perfectamente lo que quería decir, sabía que eso que quería decir era importante y encontraba la manera más clara y precisa para comunicarlo, prescindiendo de cualquier artificio sonoro. Confiaba en la inteligencia del oyente y trabajaba con mucho compromiso y rigor. Doña Raquel sabía hacer rendir el tiempo, algo que en la radio es enormemente valioso. Era muy puntual y tenía perfectamente organizados, en su mente, el orden, el contenido y la duración de todos los programas que planeaba grabar en cada sesión. Grababa los lunes o los martes por la mañana en el Estudio “C” del IMER y el Instituto se comprometió a recogerla en su departamento de Polanco y a regresarla a él después de cada grabación. En esos trayectos solía compartir sus entusiasmos o sus disgustos sobre muchos temas que le inquietaban y de los que siempre estaba al tanto. A veces era el interés que le provocaba un edificio, o la molestia por algún adefesio de la ciudad o, simplemente, la posibilidad de comunicar sus conocimientos sobre un pasaje de la historia del arte (como el día que mantuvo atentos a su productora y al chofer hablándoles de todos los detalles y peculiaridades del trabajo del pintor norteamericano Mark Rotko). Alguna vez, en uno de esos trayectos, le contó a su productora Itzel Olguín, que fue la radio la que la llevó a cambiar su largo apellido paterno (Ravinovich) por otro más breve y sonoro: Tibol. También le platicó que siempre se levantaba muy temprano. Vivía sola desde 2005 tras la muerte de su esposo, el ucraniano Boris Rosen, uno de los más grandes expertos en la literatura mexicana del siglo XIX.
Doña Raquel comenzaba su día tomando un café cargado y leyendo los periódicos. Después se sentaba a leer sobre diferentes temas por algunas horas. Sus lecturas matutinas afectaban su estado de ánimo y sus opiniones siempre estaban al día. Para sus grabaciones en el IMER había que llegar por ella exactamente a las 11 y salía de inmediato, sin olvidar ni un solo detalle y con los programas perfectamente preparados. Usaba bastón, pero caminaba con firmeza. Se sentaba en el estudio de grabación frente a una taza de té muy caliente (“casi hirviendo”, decía al solicitarlo), y entonces se concentraba, organizando su tiempo, como seguramente lo hizo desde las primeras veces que se colocó frente a un micrófono. A veces la asaltaba algún recuerdo y detenía por unos minutos la grabación para hurgar en su memoria y rectificar o añadir algún dato. Después escuchaba los últimos segundos de lo que había dicho y retomaba el hilo sin ninguna dificultad. Solamente pedía que se le avisara cuando quedara un minuto de programa y, de esa manera, ella redondeaba la idea y cerraba la emisión.
Seis series fueron el producto de esta experiencia y en ellas creó, con la fuerza de sus palabras y su voz, un material radiofónico muy valioso que está disponible en nuestra página y que tendremos nuevamente al aire a través de Radio México Internacional. Decía Doña Raquel que ella consideraba a la crítica de arte y al buen periodismo cultural como géneros literarios que, bien llevados, podían estar entre sus favoritos. Esa misma convicción, la de comunicar con buen estilo, marcó su trabajo en la radio y siempre perseveró en el empeño de hacer de este medio de comunicación un vehículo para las ideas más profundas y precisas sobre el arte.