Arthur Conan Doyle nació en Escocia el 22 de mayo de 1859. En aquel momento, la Inglaterra decimonónica se regía bajo los cánones de la reina Victoria. Las damas vestían con sombrero, guantes y falda larga; de tweed los caballeros cuando no era precisa la etiqueta, los coches todavía circulaban tirados por caballos y los trenes eran una novedad del progreso. Estudió en las universidades de Stonyhurst y de Edimburgo. En esta última la carrera de medicina desde 1876 hasta 1881. En junio de 1882, se mudó a Portsmouth donde instaló una clínica que no resultó exitosa. Por ello comenzó a escribir relatos breves en sus tiempos libres. No sabía que estaba a punto de convertirse en el decano de la novela policíaca y padre del detective más famoso de toda la literatura.
Los lectores atestiguaron la aparición de Sherlock Holmes cuando se publicó, en la revista Beeton’s Christmas Annual, en 1877, su relato Estudio en Escarlata. Era una obra novedosa y emocionante dividida en dos partes bien diferenciadas. La primera, llevaba el título de Reimpresión de las memorias de John H. Watson, doctor en medicina y oficial retirado del Cuerpo de Sanidad y estaba relatada en primera persona por el ficticio doctor Watson. La segunda parte se llamaba La tierra de los santos, estaba contada en tercera persona con un narrador erudito y daba un salto en el espacio y el tiempo para situarse dos décadas atrás en Salt Lake City, la tierra de los mormones. Parecía una locura y un descuido, pero en el último capítulo el recién aparecido detective Sherlock Holmes retornaba a la historia inicial y solucionaba el misterioso caso.