Texto: Sonia Yáñez
Eran las 8 de la mañana del 12 de diciembre de 2014 cuando la maestra Ana Celia Martínez recibió una sorpresiva llamada telefónica. Por el acento y entusiasmo de su interlocutor, ella sacó la conclusión que deseaban venderle algo o bien ofrecerle una tarjeta de crédito. ¿De parte de quién?, preguntó. La respuesta la asombró y la puso en estado de shock: “Estamos hablando de Tenerife (España) y te queremos avisar que acabas de ganar el premio Tenerife”, ella sólo pudo articular: “¿En serio?”, y le contestaron: “Si, estamos cerrando la Asamblea y hemos decidido que tu trabajo merece el Premio Tenerife, porque cumple con las características que estamos pidiendo: Una investigación contextual, histórica y antropológica”.
“Izote, Iczotl. Fibra con identidad, tradición y permanencia” fue la investigación ganadora del Premio Tenerife al Fomento y la Investigación de la Artesanía de España y América Latina. La Mtra. Ana Celia Martínez vió el fruto de más de 6 años y medio de trabajo con la fibra del izote en Zumpahuacán, Estado de México.
Ella se interesó en el izote cuando buscaba material para una intervención que le permitiera entrar al estudio de posgrados mesoamericanos y, al platicar con otros colegas, se dio cuenta de que pocos conocían esa fibra y que, por lo tanto, era una área de oportunidad. En 2004 hizo su servicio social en Zumpahuacán, poblado de la zona montañosa del Estado de México y entró en contacto, por primera vez, con los artesanos que trabajaban el izote. En 2007 decidió regresar a Zumpahuacán y plantear a la comunidad su inquietud por investigar y documentar su trabajo con la fibra.
Para Ana Celia lo más importante era conocer la técnica del izote con la elaboración de un morral y experimentar más con el hilo y el tejido de este material para “no llegar a imponer un diseño, sino generar que ellos (los artesanos) hicieran sus diseños”.
Comenzó por dar cursos en el 2010 con los maestros artesanos. El grupo estaba compuesto por 15 personas. Ninguno era joven. Pudo percibir que este trabajo era realizado por muy pocas familias en Zumpahuacán, alrededor de 5 ó 6. Sin embargo, conforme avanzó su investigación, Ana descubrió que el manejo humano de esta fibra data de más de 500 años y aparece consignada en la llamada “Matrícula de tributos” como uno de los productos que recibían los mexicas de los pueblos dominados.
Ana nos comentó, que los jóvenes de Zumpahuacán no veían en el izote una forma de trabajo sustentable, por lo que, para conseguir dinero de manera rápida, trabajaban en las zonas florícolas de Villa Guerrero en Tenancingo, o emigraban a Estado Unidos. Poco a poco ella, les mostró la riqueza del izote, la forma en la que pueden dedicarse a generar artesanías con la fibra y la importancia de su responsabilidad de transmitir este conocimiento a las nuevas generaciones para que no se pierda la tradición.
La artesanía hecha con izote ya había llegado a ganar concursos, pero las piezas eran presentadas, en su mayoría, por revendedores y los reconocimientos nunca llegaban a manos de los artesanos. Actualmente es el el barrio de la Asunción en Zumpahuacán, el lugar en el que se concentra la mayoría de los artesanos que trabajan el izote y la comunidad de jóvenes artesanos se ha incrementado.
Hay personas que se sorprenden por el precio de un morral hecho con izote, porque desconocen el complejo trabajo que hay atrás, y tal vez por eso llegan a regatear. Ana Celia Martínez nos platicó que el proceso inicia desde la cosecha de la hoja en luna llena, por la influencia del ciclo lunar en los líquidos. Primero la “enhuesan”; es decir, abren la hoja con un punzón de hueso de burro. Una vez que se rompe se pone a secar unos 4 ó 5 días, para después meter las hojas al río de manera que se pudra la pulpa y se libere la fibra, a esto le llaman “enriado”. Sólo esta parte del proceso lleva otros 7 ó 9 días dependiendo del clima, ya que en días de frío llevará más tiempo y en el calor este periodo se acorta. Al concluir esta etápa, con un mazo de madera sacan toda la pulpa para obtener sólo la fibra, que se lava y se tiende a secar al sol.
Para formar el hilo del izote se tuerce la fibra con ceniza y se tiende en un totomaloco (2 palos que se ponen a 20 metros de distancia), así es como los pobladores de Zumpahuacán arman las madejas de hilo que tiene tres medidas 10, 15 y 20 vueltas.
Una vez que se obtiene el hilo pueden elaborarse morrales. Los jóvenes comienzan a experimentar con el ganchillo, con tintes naturales, y con la mezcla de otros materiales y técnicas como el macramé. Durante la entrevista Ana nos mostró un morral que ella comenzó con la fibra de izote y que un amigo suyo, artesano de Tabasco, combinó a la perfección con piel. La forma en que las mujeres de Zumpahuacán llegan a explotar su creatividad se ve reflejada en los trabajos con el izote, muchas realizan el empuntado de los rebozos que se venden en Tenancingo, y este tipo de tejido ya lo trabajan con el izote.
El premio Tenerife siempre fue un objetivo que la Mtra. Ana Celia veía a largo plazo, fue en la casa de uno de sus maestros donde vio por primera vez este galardón que llamó su atención. Parte de este reconocimiento consiste en un diploma pintado en acuarela, y ella recuerda que cuando lo vió, pensó: “yo quiero uno así”. Pasarían 12 años para que ese momento llegara, el 26 de febrero de 2015, cuando recibió del Presidente del Cabildo de Tenerife Carlos Alonso la presea.
El compromiso de la Mtra. Ana Celia Marínez no acaba con el premio Tenerife, ya que después del curso que impartió en la comunidad de Zumpahuacán, los mismos artesanos han otorgado un valor a su propio trabajo y ahora son ellos quienes ganan los premios y no los revendedores. En cada conferencia que ofrece Ana Celia, tiene la oportunidad de vender los morrales de los artesanos para que se difunda este trabajo. En el 2011, “en la Bienal Internacional de Arte Textil Contemporáneo que se realizó en Xalapa, Veracruz, se vendió la pieza de una artesana como obra de arte”, comenta emocionada. Actualmente está planeando realizar una investigación acerca de las fibras semiduras en México, ya que se tiene una idea errónea respecto a nuestras fibras. “Somos una país rico y diverso en agaváceas. Cada una da una fibra diferente, no podemos reducir eso sólo al ixtle, porque perdemos mucho conocimiento”, nos comenta decidida a ir por el doctorado.
Al ganar el premio Tenerife con su investigación, la Mtra. Ana Celia pudo hacer más visible a esta comunidad y a su artesanía, por lo que se siente muy agradecida con los pobladores de Zumpahuacán que la guiaron en este camino para mostrar la importancia del izote no sólo para México, sino a nivel mundial.
En esta entrevista la Mtra Ana Celia Martínez nos compartió la historia del Rey Costales. En el 2004 cuando ella quería investigar más acerca del izote, le preguntó a una señora artesana la razón por la que seguían trabajando esta fibra centenaria y ella le contestó: “Son tradiciones del Rey Costales, de él aprendimos y es lo que sabemos hacer”. En ese momento ella supo estaba en el camino correcto para iniciar su trabajo de investigción.
Te invitamos a escuchar, en el audio que se encuentra bajo estas líneas, la Historia del Rey Costales, mito fundacional de Zumpahuacán, Estado de México, en voz de la Maestra Ana Celia Martinez.
Escucha el audio.
Fotos: Enrique Rivera