Texto: Rita Abreu
El culto a los cerros ha estado presente desde las culturas ancestrales. A la montaña se le ha visto como ser animado, contenedor de agua, sitio privilegiado para observar los astros, vínculo con los ciclos agrícolas. Es por eso que las ofrendas, pirámides o adoratorios en la cima de los cerros son evidencia cultural para la antropología. Los expertos dicen que las pirámides están inspiradas en la forma cónica de las montañas. Como fenómeno natural son un portento, tienen su forma caprichosa, personalidad propia, y por supuesto, nombre que les otorga identidad: Popocatépetl, Huizachtépetl o Cerro de la Estrella, Matlatcuéyetl o La Malinche… la lista sería interminable.
Arturo Montero es un estudioso de las montañas, las ha caminado, excavado, gozado y padecido. En su carácter de arqueólogo indaga las maneras en que se les ha honrado y las ceremonias de que han sido objeto. Pero también las conoce desde otras disciplinas: la biología determina, por ejemplo, la flora y fauna de acuerdo a los pisos altitudinales térmicos, es decir, de acuerdo a la altura el cerro cambia su fisonomía; y como doctor en antropología simbólica las analiza desde ese lugar sacralizado.

Montero es autor de más de una docena de libros, muchos de ellos de distribución gratuita en internet, pueden leer maravillas como El lago de Texcoco y México Tenochtitlan: 1519-1521, ó La astronomía en Mesoamérica. Esta charla para RMI recorre el lado académico y aventurero de una vida dedicada a las montañas, que además complementa con una selección musical que alude o influye en su espíritu montañista.
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