
“Soy un mexicano de pasiones serenas. Mi amor por la patria no me inspiró la profesión de político o de soldado. Mi ideal fue el estudio, los libros, el arte, la filosofía…” Con estas palabras se definía a sí mismo Antonio Caso, filósofo y pensador que nació en la Ciudad de México en diciembre de 1883 y murió el 6 de marzo de 1946. Fue una de las mentes más lúcidas de nuestro país en la primera mitad del siglo XX. Estudió en la Escuela Nacional de Jurisprudencia pero sus inquietudes intelectuales lo llevaron a profundizar en otras disciplinas: la sociología, la estética, las letras y, sobre todo, la filosofía. Junto con otros brillantes estudiantes e intelectuales, Casó formó parte de un grupo emblemático para la cultura mexicana, el famoso Ateneo de la Juventud que cuestionaba el pensamiento positivista y europeizante que marcó el ambiente intelectual y político del porfiriato. “Volved los ojos al suelo de México, a los recursos de México, a los hombres de México…”, proponía Caso. Desde su juventud se dedicó al magisterio y formó a muchas generaciones de filósofos e historiadores mexicanos. Fue uno de los profesores de la Escuela de Altos Estudios que es el antecedente inmediato de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, de la que Caso fue director en dos ocasiones. También ocupó la Rectoría de la UNAM de 1920 a 1923. Perteneció a la Academia Mexicana de la Lengua y fue uno de los miembros fundadores del Colegio Nacional. Su obra filosófica fue vasta y dio a conocer en México muchas de las corrientes más importantes de su momento. Mantuvo a sus alumnos siempre al día, sin imponerles ningún sistema filosófico. Destacan sus libros “La existencia como economía, como desinterés y como caridad”, “Discurso a la nación mexicana”, “El concepto de la historia universal en la filosofía de los valores”, “El problema de México y la ideología nacional”, “La persona humana y el estado totalitario”, entre otras. Los restos de Antonio Caso descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres.