El 27 de marzo de 1903 nació Xavier Villaurrutia, escritor mexicano, creador del teatro Ulises, maestro dramaturgo y poeta insuperable. Junto con otros intelectuales mexicanos, formó el grupo de Los Contemporáneos.
Entre aquellos autores, amigos del alma, compañeros de verso y amantes de las letras, estaba lo mejor de la poesía mexicana de principios del siglo XX. Sirvan las palabras de una carta, palabras de un poeta, para describir a los miembros de este grupo:
“¿Sabes, Carlos, que lo malo de ti es que eres no un poeta, sino dos?- le escribió un día José Gorostiza a Carlos Pellicer. El que me gusta a mí, – le decía- es el poeta de los sentidos. Ojalá que fueras siempre ese poeta. En el edificio de nuestra poesía, eres la ventana; la ventana grande que mira al campo, hambrienta, cada noche, de desayunarse un nuevo panorama, cada día. Nosotros, -tú lo sabes,- somos las piezas de adentro. Xavier (Villaurrutia) el corredor. Los demás, las alcobas. Hasta la última, la del fondo, que es Jaime Torres Bodet, está amagada de penumbras, con una ventanita alta a la huerta, y dentro, en un rincón, la lámpara en que se quema el aceite de todas las confidencias. ¿Salvador Novo? La azotea. Los trapos al sol. ¡Y ese inquieto de González Rojo, que no se acuesta nunca en su cama!”
Villaurrutia, malogrado, muerto joven, aunque triste, fue encantador y muy brillante. Inició una tradición poética que, además de recoger un aliento de poesía clásica como la Calderón de la Barca, o asuntos como los de Sor Juana Inés de la Cruz, también escribía desde la vanguardia con factura muy moderna.
En este sentido se inscriben los versos de sus Nocturnos, publicados en 1933, o el poemario Nostalgia de la Muerte, que recurre a la ensoñación y el libre curso de los pensamientos, y donde el autor –o sea Xavier, con su nombre que tiene una cruz como primera letra- da cabida a sus preguntas existenciales y habla crudamente del universo.
Más allá de reconocer influencias, de adjetivar su poesía o intelectualizar la emoción que ésta provoca basta leer su lenguaje preciso, apreciar el inequívoco valor sonoro de sus versos y asombrarse por la limpieza de su técnica. Ya después podremos llorar, reír, versificar o lo que corresponda.
Ya cada quien sabrá qué hacer con su soledad, su muerte o su nostalgia. Sin dejar jamás de leer a Villaurruitia.
Texto Cecilia Kühne
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- Xavier Villaurrutia
- Xavier Villaurrutia a los 17 años
- Xavier Villaurrutia
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