Por: Rita Abreu
La historia empezó en la Plaza Olvera de Los Ángeles, California. Dos jóvenes tímidos, Marisol Hernández cantaba boleros y rancheras; Pepe Carlos, más allá, tocaba el requinto y el acordeón. El padre de ella tuvo la intuición de juntarlos y de la nada los presentó. Juntaron unas cincuenta canciones para empezar… Más tarde se sumaron Alex Bendaña, en el bajo, y Miguel Oso Ramírez en las percusiones. Este último les propuso llamarse así en honor a la santa que en vida no soltó en ningún momento su instrumento. Tal era su fe en la música.
La misma que anima a esta banda méxico-americana desde hace quince años. Los tiempos para la música pueden o no ser fáciles, pero “hacer los que nos gusta y trabajar entre amigos”, compensa todos los sinsabores y hace llevaderos incluso los éxitos. En 2014 ganaron un Grammy, por el disco Treinta días. El reconocimiento les ha abierto puertas, pero saben que ante todo está la conexión con el público. Este álbum contiene un sentido homenaje a toda la comunidad migrante a la que ellos pertenecen. La canción ICE, no es otra cosa sino reconocer la valentía y el corazón que ponen los latinos indocumentados en hacer su día a día, con trabajo y familias a quienes mantener mientras viven con el alma en vilo.
Tampoco olvida, cómo podría, lo que aprendió de los músicos callejeros en ese sitio emblemático de Los Ángeles. Hombres que fueron compartidos con los boleros, y que además le enseñaron a pasar la canasta. “No es fácil pedir una moneda, una cooperación. A veces recibimos rechazo, a veces generamos una buena energía, pero lo cierto es que entre los músicos y quienes escuchan no hay intermediarios. Lo que oyes puede hacer que te detengas, aplaudas y hasta des una moneda o te sigas.” Por eso, a veces vuelven a la Plaza Olvera, reviven esa sensación. Ese contacto con la realidad sin micrófono, ni luces.
Marisol comenta que gracias a la banda siente la libertad de hacer lo que quiera. Sin duda, es parte de lo que proyecta. En su extenso repertorio encontramos ecos de distintas partes del país. La Santa Cecilia, les sigue protegiendo y los públicos siguen encontrando un canto del alma, música de calidad, y un discurso que nos identifica.
Aquí les dejamos la plática y las risas de un grupo de músicos hermanados que continúan la pasión de esta aventura…