Texto Cecilia Kühne
Jaime Sabines, el poeta más recitado, el más leído por los amorosos, uno de los autores mexicanos más queridos nació el 25 de marzo de 1926 en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
Poeta y ensayista mexicano, aunque mucho más enamorado del verso que de la oración, Sabines decidió vivir en la ciudad de México desde 1949 cuando inició sus estudios de Lengua y Literatura española en la UNAM. Aunque escribió sus primeros poemas antes de los dieciocho años, fue en la universidad donde publicó el libro Horal a la edad de veintitrés años. Su obra poética es sensual, amorosa, emotiva y accesible, lo que lo convirtió en un poeta para todos y de todos los tiempos.
Calificado, además, como el último gran poeta popular que ha tenido México por antologadores, colegas lectores simples y fanáticos recalcitrantes, el término “popular” nunca implicó una descalificación literaria de su obra. En Sabines fue un mérito, pues su poesía llegó siempre a la conciencia, la percepción y la memoria de casi todo aquel que se topó con sus textos o escuchó su voz pronunciándolos. Infinidad de lectores todavía hoy se sienten identificados con sus versos y todavía experimentan una descarga de emoción cuando se encuentran con las palabras de su pluma y las guardan para siempre en su memoria.
Es autor de Los amorosos, un poema ya clásico en la literatura y en la historia emocional de muchos y de piezas entrañables como Tarumba, un lugar donde conoce a todos y va “entre las patas de las moscas, con el suelo, por el viento y en los zapatos de los hombres”.
Sabines abarrotaba como pocos los escenarios donde se presentaba a leer su poesía o simplemente a charlar y tenía gran poder de convocatoria a donde quiera que fuera.
En 1985 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes, un año después fue homenajeado por la UNAM y el INBA, en 1991, el Consejo Consultivo le otorgó la Presea Ciudad de México y en 1994 el Senado de la República lo condecoró con la medalla Belisario Domínguez. Todos esos premios y homenajes, sin embargo, siempre fueron siempre más pequeños que su genio.