(1929-2014)
“Escribía como el Hombre en llamas de Orozco,
quemándome en mi propio fuego. La vida es eso.”
Emmanuel Carballo
El domingo 20 de abril murió Emmanuel Carballo, un hombre de pensamientos firmes, de hablar decidido, de reflexiones inteligentes, un hombre indispensable para la literatura mexicana urgida siempre de lecturas y opiniones como las suyas: ajenas a la adulación y a la complacencia, irreverentes con los cotos sagrados y que, por lo mismo, fueron acicates importantes para la creatividad de nuestra expresión escrita. Nació en Guadalajara, Jalisco el 2 de julio de 1929 y ahí comenzó a escribir crítica literaria en la revista Ariel usando los seudónimos de Mario Calleros y Salustio Pérez. Esta tarea se convirtió para él en una actividad grata que ejerció con gran rigor desde diferentes publicaciones, dentro de las que destaca la Revista Mexicana de Literatura que fundó junto con Carlos Fuentes. Fue también, él mismo, un escritor que abordó distintos géneros como la poesía (“Amor se llama” y “Eso es todo”), la narrativa (“Notas de un francotirador” y “Gran estorbo la esperanza”) y el ensayo (“Ramón López Velarde en Guadalajara” y “Los Dueños del Tiempo”, entre otros), pero su tarea como crítico se reconoce como la parte fundamental de su trabajo, ya que con su lectura atenta ayudó a construir algunos de los momentos más brillantes de nuestra literatura y supo profetizar la luminosidad que se abría para nuestras letras con jóvenes autores como Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Parménides García Saldaña, Juan García Ponce, José Emilio Pacheco, José Agustín, Gustavo Sanz. Escribió alguna vez Emmanuel Carballo: “Artísticamente creo que en la literatura se dan cita y conviven pacíficamente toda clase de valores, por antagónicos que parezcan…” Él supo entenderlo y, por tanto, supo apreciar la literatura en donde quiera que se manifestara, más allá de modas y más allá de los oropeles de la mercadotecnia. Ese es uno de sus grandes legados.