Por Cecilia Kühne
El Recinto de Homenaje a Benito Juárez, museo de sitio dentro del Palacio Nacional de México, fue inaugurado oficialmente el 18 de julio de 1957 por el presidente Adolfo Ruiz Cortines. Hace honor al Benemérito de las Américas y está instalado en el mismo lugar en el que don Benito vivió con su familia en los últimos cinco años de su vida en los cuales fue Presidente de la República. El Museo se ubica en el costado noroeste de Palacio Nacional, su historia es amplia y viene de lejanos tiempos.
En 1861, después del triunfo liberal en la Guerra de Reforma, Benito Juárez ocupó oficialmente la Presidencia de la República y estableció su residencia familiar en Palacio Nacional. Para ello mandó acondicionar el espacio que durante los primeros años de la época colonial había servido para las caballerizas del conquistador Hernán Cortés. Pero la estadía no duró mucho. En 1863, el Presidente Juárez abandonó la capital ante el embate de las tropas francesas invasoras y se dirigió al norte. Fue hasta el triunfo de la República, en 1867, cuando regresó a ocupar aquellas habitaciones que, durante el gobierno de Maximiliano de Habsburgo, habían sido destinadas al intendente del Palacio Imperial. Juárez vivió ahí con su familia hasta el día de su muerte, el 18 de julio de 1872.
Quince años más tarde, el 18 de julio de 1887, durante la presidencia del general Porfirio Díaz, se develó una placa conmemorativa de aquel acontecimiento luctuoso y en 1890, se colocó entre los arcos del segundo patio Mariano de Palacio Nacional, una estatua sedente del Benemérito, realizada por Miguel Noreña con el material fundido de las balas y cañones de los ejércitos franceses que atacaron al país durante el periodo de la Intervención. Hoy esa área del Palacio Nacional, convertida en Museo, recibe a los visitantes que quieran saber más acerca de la vida, obra e historia en tiempos de Don Benito.
El Recinto de Homenaje a Benito Juárez, que puede visitarse de diez de la mañana a seis de la tarde de martes a domingo, cuenta con siete salas de exhibición, un Salón de Homenajes y una Biblioteca especializada en temas de la Reforma y el Imperio. Recorrerlo es una experiencia enriquecedora e ilustrativa. En la sala 1, por ejemplo, llamada Juárez como gobernante y político liberal, se exhiben condecoraciones que le fueron otorgadas en vida, como el documento del Congreso de Colombia con el que se le nombra “Bien de la América”; obsequios conmemorativos, como la pala que se utilizó para colocar la primera piedra del Panteón Civil, un juego de pesas y medidas del sistema métrico decimal (el cual fue establecido oficialmente en tiempos de Juárez en nuestro país), y la banda presidencial que utilizó durante su mandato. En la sala llamada Leyes de Reforma, a través de la exhibición de documentos, armas, una bandera de las tropas mexicanas utilizada en Puebla durante el sitio de 1863, fotografías de Maximiliano y Carlota y un ejemplar de la Constitución de 1857, el visitante tiene una visión general de tan importante época de nuestra historia.
No faltan los objetos personales de Juárez, en la sala llamada Perfil de un Hombre en la que el visitante mira relojes, prendas de vestir, bastones, artículos de escritorio, los arreos masónicos y las medallas que recibió Benito Juárez como parte del Rito Nacional Mexicano. Pero también se muestra un anzuelo que utilizó durante su exilio en Nueva Orleáns cuando tuvo que desempeñar humildes labores para ganarse la vida.
No falta el salón donde se pueden observar, a través del mobiliario y los enseres, las costumbres de la época y el ambiente familiar: piezas del servicio de comedor, algunos objetos personales de Margarita Maza (como sus labores de costura, cepillos y polvera), una colección de fotografías familiares y un retrato al óleo conservado durante generaciones por los descendientes Juárez-Maza.
Dos ambientaciones destacan en el Recinto: La Recámara y el Despacho. En la primera, además del mobiliario propio de una habitación, resalta un costurero de madera tallada, obsequio del artesano Manuel Lizeaga a doña Margarita Maza, y, colocados en una vitrina, los objetos que recuerdan la muerte de don Benito Juárez, como la esquela, el pañuelo con el que se le cubrió el rostro al morir, la mascarilla mortuoria y la llave del féretro. En el Despacho, lugar de reflexión íntima de Juárez, puede verse el librero-escritorio que hoy sirve para exhibir una copia de la carta que le enviara a Lincoln en 1863 desde San Luis Potosí y algunos ejemplares que formaron parte de su biblioteca particular. Sin duda alguna, la pieza que mejor relata una de las etapas de la vida del presidente Juárez es el escritorio de campaña, singular por sus dimensiones y compartimientos que permitían que fuera transportado y utilizado en cualquier lugar y circunstancia, lo cual lo hizo indispensable en sus largos peregrinajes hacia el norte. En el final del recorrido encontramos condecoraciones y objetos que se realizaron en homenaje póstumo a Benito Juárez como monedas, estampillas, medallas, esculturas y bastones de mando. Todo esto culmina con un originalísimo Retrato Caligrafiado, obra maestra realizada en 1877 por F. Lizardi, uno de los objetos que más vale la pena ver.
Como una celebración al nacimiento de Benito Juárez, les sugerimos que realicen en estos días este paseo histórico: la visita al Recinto de Homenaje a Benito Juárez, en Palacio Nacional.