Náayarite es el nombre que se dan a si mismos los indígenas coras y, a partir de ese término, se bautizó (desde tiempos coloniales) la región en la que habitan: el Gran Nayar. Después (a principios del siglo XX) ese mismo término inspiró el nombre del estado de la República en el que se encuentran las principales localidades de los coras: Nayarit. El grupo cora tiene un origen muy antiguo y una historia muy peculiar. Por lo lejano de sus tierras y por la rebeldía de su carácter, permanecieron ajenos al poder virreinal hasta 1722 (más de 200 años después de la conquista de México-Tenochtitlan), y cuando fueron conquistados y evangelizados quedaron bajo la potestad de los frailes jesuitas a quienes la Corona Española expulsó del territorio de la Nueva España en 1767. Los franciscanos, que suplieron a los jesuitas en la labor de enseñar la religión católica a los coras, no pudieron nunca eliminar los pensamientos antiguos de este grupo y eso explica porque, a través de los siglos, la religiosidad profunda de los coras ha subsistido mucho más que la de otros grupos indígenas y se manifiesta hasta nuestros días, apenas disfrazada con matices cristianos. Uno de los festejos que marcan para los coras un momento fundamental del año es el de la llamada “Judea”, que se lleva a cabo en los días de la Semana Santa y que forma parte de un largo ciclo ritual que comienza en diciembre con el nacimiento de Cristo. Más allá de la coincidencia, un tanto forzada, con el ciclo conmemorativo católico, la religiosidad de los coras se centra en la ruta del sol que cambia su posición en el firmamento a través de los días que transcurren entre las celebraciones de diciembre y las de la Semana Santa: las primeras están relacionadas con el Solsticio de Invierno, y las segundas, se desarrollan en la luna llena posterior al Equinoccio de Primavera, cuando el sol está en su plenitud. Para los coras las danzas y rituales que llevan a cabo en los días que van del Miércoles de la Semana Santa al Sábado de Gloria, son fundamentales para la conservación del astro celeste y de todo el orden del universo, y por ello realizan puntualmente ese largo y complejo ceremonial. Un ritual intenso y hermoso, en el que participan todos los habitantes del poblado. La Semana Santa Cora es una suerte de teatro antiguo, primigenio, en el que cada quien toma el papel que le corresponde: no para actuar ante un público, sino para repetir una escenificación que sirve para proteger todo lo que nos sustenta. La mayor parte de los varones del pueblo (desde los más pequeños hasta los más ancianos) se “borran”, lo cual significa que se transforman, a través de la pintura corporal y de distintos adornos simbólicos, en guerreros astrales divididos en dos bandos: los “judíos” negros y los “judíos” blancos. Estos personajes poco tienen que ver con los “judíos” bíblicos, sino que más bien están relacionados con imágenes de la profunda cosmogonía cora. Otros hombres asumen el papel de “apóstolos”, hay también “variceros” y hay “malinches”. Para ayudar a conocer las peculiaridades de la “Judea Cora” y tratar de entenderla en toda su riqueza y complejidad queremos invitarles a escuchar una entrevista realizada por Radio INAH al Doctor Jesús Jáuregui, brillante antropólogo, que ha investigado este ritual desde hace varios años y que ha compartido y registrado la “Judea” en diferentes poblaciones de Nayarit. Su visión sobre el tema es informada, puntual, interesante y refleja toda la intensidad de la celebración. La liga para escuchar esa entrevista es:
Las imágenes fotográficas que acompañan a esta nota fueron captadas en los años 70 por la fotógrafa e investigadora austriaca Ruth Lechuga (1920-2004) quien fue una entusiasta conocedora de las tradiciones indígenas de México.