Por Angélica Mayén y Alejandro González Arveláez
Cuando viajamos nuestra realidad se expande, el mundo se hace pequeño, y nos volvemos parte de un todo más integrado. Quien viaja incorpora más fácilmente y de forma genuina visiones que permiten entender la globalidad en la que vivimos, los puntos que nos unen a todos los humanos y lo fascinante de este planeta. Palabras como diversidad, tolerancia, plenitud… se viven mejor cuando en nuestras vidas están presentes los viajes.
La diferencia entre el viaje de turismo común y los viajes de consciencia, es que viajar desde la consciencia es ver más allá, es develar claves que habitan en nuestros recuerdos, este tipo de viajes nos permiten conectar con la energía de los lugares haciendo que podamos transformar aspectos de nuestra realidad. Los viajes de consciencia nos permiten guardar fotos en el Alma, muchas veces nos limpian, otras nos sanan, nos ayudan a pulir nuestra mejor versión. Movernos de un lugar a otro siempre nos deja algo bueno y nuevo, movernos desde la consciencia hace que estos aprendizajes se queden en nuestra vida re-creándola, es decir agregándole elementos que la hacen más amplia. El efecto de este tipo de travesías depende lo que quieras o estés buscando en tu vida, así mismo depende del destino o el “para qué” de tu viaje. Muchas personas se encuentran a sí mismas en recorridos que tradicionalmente se hacen solos o en retiros personales; mientras que en otros destinos la vida de grupo nos permite jugar a una especie de salón de los espejos en donde aprendemos unos de otros e integramos más fácilmente los cambios.
Un viaje de consciencia aporta elementos para re-crear nuestra realidad que denotan una nueva manera de degustar la vida, nos ayuda a ir catando las experiencias para hacer de ellas una reserva de saboreos positivos y profundos. Los beneficios del viaje de consciencia son tan variados según el destino o el momento personal en el que se emprenda, pero como peregrinos, viajamos con intenciones y quizá allí estriba el mayor de los aportes de este tipo de recorridos: permitir que desde tu intención puedas contemplar tu manifestación e incorporar lo necesario para vivir en mayor nivel de bienestar y felicidad. Es cierto que desde el “yo quiero ir” hasta el momento que pagamos nuestro viaje, pasan muchas dudas y miedos por nuestra cabeza, para manejar esos miedos es conveniente primero reflexionar sobre qué, cómo, para qué y cuándo lo deseas lograr. Podemos dar criterio de realidad y reflexionar sobre ese viaje que anhelas desde ¿cuánto suma a tu vida? ¿Te dará paz realmente? ¿Te dará más beneficios o preocupaciones? ¿Estás en disposición de realizar profundos cambios en tu vida para conseguir ese viaje que deseas? Si la respuesta es “SI” eso implica estar en un espiral de avance que obliga a cambiar, a aprender. Tras estas reflexiones, podemos asumir con más fuerza nuestro viaje.
Muchos lugares nos llaman, nuestro país, por ejemplo, está lleno de rincones hermosos que nos conectan con miles de sensaciones, emociones o energías. En México imagina un lugar en el que no sólo te relaje y limpie tu piel, sino que te libere de impurezas, te alivie dolores musculares, fortalezca tu corazón, depure la sangre y te cure de muchas enfermedades… No se trata de un lugar común o de un costoso spa, sino de algo histórico y artesanal, donde tu espíritu se mezcle con la sabiduría del pasado para sanar la mente y el cuerpo mediante el vapor en un zumpanche maya o en un temazcal tlalcaxteca; o si tienes el corazón roto y quieres volver a ser el mismo de siempre, puedes empezar en la playa (los Cabos, el Caribe maya, Huatulco, Barra de Navidad) respirando su atmósfera sabiendo que oleaje se lleva el dolor y trae esperanza….Disfrutar de la energía renovable y del paisaje al visitar los Bosques y parques ecológico como La Rumorosa en Baja California, o dejarte atrapar por la sabiduría de la Arquitectura en las Pirámides….