Una fiesta. Eso fue lo que ocurrió en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris la noche del sábado 6 de octubre en la celebración de los 20 años del grupo Los Vega. Una fiesta, un fandango al que todo el público fue convidado. Tres horas del mejor son jarocho, un transcurrir de intensidades, matices, emociones, afectos, certezas… Fue la gran fiesta del grupo Los Vega, integrado por la sexta generación de una dinastía fandanguera, pero fue también la fiesta de la familia Vega y de todos los lazos de amistad y música compartida que esa familia ha formado. La Boca de San Miguel del Municipio de Tlacotalpan, Veracruz, viajó a la calle de Donceles.
Fuera de la lógica habitual de un “espectáculo”, la función discurrió desde la propia fuerza que la música iba despertando. Muchos caminos sonoros se dibujaron. Unidad y diversidad tanto en los instrumentos y las voces como en las tarimas. Fue un concierto en el que la contundencia de los talentos personales se fundió en un espíritu colectivo que hizo fluir la música con la misma serenidad y la misma potencia de los ríos de la región del Sotavento.
Cada momento de la noche fue singular. La cantidad de músicos en escena varió constantemente: a veces tres, a veces más de veinticinco. La versada de Patricio Hidalgo fue anunciando cada una de las etapas. La historia de los 20 años del grupo se fue revelando a través de sones muy significativos: La Tuza, La Manta, El Gavilancito. Con La Morena arrancó el zapateo encantador de Martha Vega que recibió muchas muestras de afecto del público. Siguieron La Indita, El Pájaro Cu, El Aguanieve, La Petenera, El Fandanguito, El Cascabel y muchos, muchos más. Extraordinarios artistas, todos ellos amigos entrañables, fueron ocupando su lugar en los instrumentos y en la tarima. Los seis integrantes del grupo quedaron solos en el escenario únicamente en la parte intermedia para interpretar algunos sones de su más reciente disco, “Vientos del Mar”. ¡Un deleite!
La segunda parte de la función inició con la presencia de Don Andrés, el Güero, Vega. El padre, el abuelo, el gran músico, el pilar de este linaje sotaventino llenó todos los rincones y todos los ánimos con el sonido solitario de su requinto. Después se sumó el arpa prodigiosa de Octavio Vega y la rotunda jarana de Tereso Vega. La emoción quebraba las voces y fortalecía los lazos. A esto siguieron dos interpretaciones del grupo Son de Madera y se fueron agregando más jaranas, voces, leonas, marimbol, zapateos. Diferentes maneras de interpretar los sones se fueron yuxtaponiendo en el escenario. Distintas generaciones, un mismo horizonte. El entusiasmo nunca desfalleció.
El son jarocho es un latido colectivo, una creación siempre nueva, siempre única y en este festejo pudimos constatarlo. El son se hace a través de todos: los que tocan, los que cantan, los que versan, los que bailan, los que escuchan. El son es una conjunción de corazones y de ánimos. Su mayor potencia está en ese acuerdo, en esa concordia que nos enseñó el valor de palpitar al unísono en la esperanza que despierta la alegría. ¡Gracias Claudio, Raquel, Fredy, Quique, Saúl y Rosario! ¡Larga vida a Los Vega y felicidades por sus primeros 20 años!
Texto: Yuriria Contreras.
Fotografías: Enrique Rivera.
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