Cecilia Kühne
Hace doscientos años, a mediados de 1816, en el rancho de Carrasco anexo a la Hacienda de Coapa, ubicada en el antiguo Departamento de San Agustín de las Cuevas, hoy Tlalpan, nació Luis Gonzaga Inclán. Conocido principalmente por ser el autor del libro de largo título y subtítulo Astucia, El jefe de los hermanos de la hoja o Los charros contrabandistas de la rama. Novela histórica de costumbres mexicanas con episodios originales, Inclán fue un escritor de múltiples talentos. No sólo está considerado como el autor más representativo de la literatura de charrería, el creador de una de las mejores novelas de aventuras que se han publicado en español, hombre muy versado en los asuntos del campo y aceptable poeta, también fue uno de los editores más importantes del México del siglo XIX.
Propietario de una imprenta, Inclán se encargó de la séptima edición de El Periquillo Sarniento de José Joaquín Fernández de Lizardi, publicó El jarabe, de Niceto Zamacois, en 1860 y el Diario de un testigo de la Guerra de África, de Pedro Antonio de Alarcón. Y por si no fuera suficiente dio a conocer otras obras suyas, como Reglas con que un colegial puede colear y lazar y Recuerdos de Chamberín, un homenaje a la memoria de su caballo.
Más allá de que su obra más famosa haya tratado de asuntos tan serios como el contrabando y la abundancia de forajidos en el centro del país, la vida de Luis G. Inclán fue, en sí misma, como una novela de aventuras. El tiempo en el que vivió (de 1816 a 1857) estuvo lleno de grandes acontecimientos históricos. En su biografía queda asentado que su padre, de nombre José María, fue el administrador de la hacienda de Narvarte, inigualable jinete y gran conocedor de las tradiciones de los charros. Y que su madre fue una mulata llamada Rita Goicochea. Hizo sus primeros estudios en la Escuela Real de San Agustín de las Cuevas y después asistió al Seminario Conciliar, donde aprendió latín, español y Filosofía. Sin embargo, convencido de que la vida sacerdotal no era su vocación, decidió trabajar en las faenas de campo y seguir los pasos de su padre. Durante mucho tiempo trabajó en las tierras calientes de Michoacán como administrador de la hacienda de Púcuaro. Aquel lugar sería determinante en su vida personal y literaria, ya que su novela Astucia estaría ubicada en tierras michoacanas.
Con algún dinero ahorrado, Inclán volvió a San Agustín de las Cuevas, compró el rancho de Carrasco, se puso a escribir y vivió tranquilamente hasta los tiempos de la invasión norteamericana. Se sabe que en 1847 sus propiedades fueron destruidas porque la hacienda de Coapa, próxima a su rancho, servía de guarnición al ejército mexicano y por ello fue duramente atacada por el invasor en su paso hacia San Diego de Churubusco.
Con el Segundo Imperio las cosas cambiaron y le fue mucho mejor: en 1865 bajo la anuencia burocrática del Ministro de Gobernación de Su Majestad el emperador Maximiliano se publicó el primer tomo de Astucia. Y el éxito fue tan grande que un año después sacó a la luz el segundo volumen, ambos tomos ilustrados con litografías e impresos del mismo taller de Inclán. Considerada por los conocedores como una de las obras cumbres de las letras mexicanas, Astucia consagró para la posteridad las aventuras de Lencho y su banda: Pepe El Diablo, El Tapatío, Tacho Reniego, Chepe Botas y El Charro Acambareño; que, a su vez, narraron las costumbres de los charros y las noticias del México de aquellos tiempos.
Difícil olvidar la primera frase:
“No hace mucho que existió la célebre asociación de los Hermanos de la Hoja, compuesta de varios sujetos determinados a afrontar los continuos peligros a que están expuestos los contrabandistas, denominados así porque su comercio lo hacían con la hoja de tabaco, conocidos con este título o el de los Charros Contrabandistas de la Rama”.
Luis Gonzaga Inclán falleció en la Ciudad de México en 1875, dejando sin publicar las siguientes obras: “Los tres Pepes”, “Pepita la planchadora”, “Don Pascasio Romero” y “Regalo delicioso para el que fuere asqueroso”, textos que, según su biógrafo Núñez y Domínguez, se perdieron en un incendio en su imprenta.
Doscientos años después del nacimiento de Luis Gonzaga Inclán la memoria se torna indispensable y el homenaje más preciso. Recordemos, primero, su novela más famosa por sus personajes entrañables, la trama llena de emoción, el contenido lleno de riqueza lingüística y tradicional. Salvador Novo, sobre ello,escribió en el prólogo de su onceava edición:”Astucia es el arquetipo ideal del mexicano, de Inclán nuestro mayor novelista y de la obra que el lector se dispone a saborear, una que ningún mexicano debería desconocer”.