Aideé Balderas Medina @aideebalderas
La música está presente en diferentes momentos de nuestra vida; nos acompaña en bautizos, fiestas de XV años, bodas y sepelios; está en el gozo y en la tristeza. La música también acompaña al poder, difícilmente podemos imaginar la entrada triunfal de un rey sin el anuncio de las trompetas. A través de la música podemos conocer el momento histórico que se está viviendo y las letras de las canciones dan cuenta de la idiosincrasia de un pueblo.
Géneros como el rock, se caracterizan por tener contenidos de denuncia social, por ejemplo en la canción Él no lo mató del Haragán se cuenta la historia de un joven de diecisiete años que decide asaltar una tienda de abastos popular, pero en el intento es asesinado por un policía. “Ay que policía, señor. Él no lo mató. Fue la misma sociedad, y el medio, en el que se desarrolló”. El final de la canción parece de una tragedia griega, donde los personajes no pueden escapar a su destino por más que lo intenten. Este parece ser el irremediable final de los marginados o como dijera Buñuel de Los olvidados.
Un tema recurrente para los mexicanos y latinos, desafortunadamente es la vida del migrante que viaja a los Estados Unidos en busca del sueño americano; Los Tigres del Norte tiene un amplio repertorio sobre este tema. Pero así como algunos grupos musicales le dan voz a la gente humilde que sufre, también está la contraparte, pues actualmente tienen un gran auge los grupos del movimiento Alterado que realizan apologías del crimen organizado en los llamados Narco Corridos.
Frente a la desigualdad, el trovador y el cronista social, alzan la voz. Recordemos el repertorio de Violeta Parra, Atahualpa Yunpanqui y Silvio Rodríguez. Hacer crónica política no es poca cosa, pues el cantautor Víctor Jara fue asesinado en 1973 en manos de militares de la dictadura Chilena; y 43 años después, en julio de 2016, se declara culpable de su asesinato al teniente Pedro Barrientos, casi medio siglo para esclarecer un crimen.
La crónica social en estos tiempos está más vigente que nunca, un ejemplo es la columna periodística Cortando Rábanos, escrita por Frino, la cual se publica desde hace dos años, todos los martes en el diario Milenio de La Laguna. El eco de esta columna también ha llegado al auditorio del programa de radio Son y Tradición en Radio Ciudadana del IMER y a los lectores de la revista El Chamuco. Jesús Antonio Rodríguez Aguirre mejor conocido como Frino es originario de Torreón, Coahuila, donde creció junto a su hermano gemelo, el escritor Vicente Alfonso. El seudónimo Frino es por el camaleón Phrynosoma, que habita en los desiertos de la región. Este camaleón tiene una peculiaridad; cuando se siente amenazado, lanza sangre por los ojos para defenderse de sus depredadores. Existen diversas leyendas en torno al Phrynosoma o Sapo Cornudo. Enrique Servín documenta parte de la tradición oral del pueblo Rarámuri en su libro Anirúame. Lo que fue dicho, historias de los Tarahumaras de los Tiempos Antiguos. Según Servín para los Rarámuris el Phrynosoma o Wikókali es un sanador y puede usarse como medicina. Los curanderos limpian a los enfermos usando un Phrynosoma, para que este pueda absorber el dolor del paciente, mismo que sacará en forma de lágrimas de sangre.
La crónica política de Frino son gotas de sangre que reflejan los males que aquejan a nuestro pueblo. Los Phrynosomas son una especie en peligro de extinción, al parecer en estos tiempos aciagos el sentido crítico cada vez es más escaso.
La columna Cortando Rábanos está escrita en diferentes formas líricas, un ochenta por ciento en décima espinela y el otro veinte por ciento en soneto, sextilla y copla.
La décima espinela, como su nombre lo dice, está conformada por diez versos, de ocho sílabas y la manera como va rimada es ABBAACCDDC. Esta forma lírica es atribuida a Vicente Espinel (1550-1624). Actualmente la décima es la forma lírica de expresión de la música popular de algunos países de Iberoamérica y está estrechamente vinculada con el contenido social.
Para el verseador de Islas Canarias, Yeray Rodríguez su oficio consiste en: “Dar voz a los que no la tienen”, en este sentido canta: “Yo quise ser verseador, por tratar humildemente, de darle voz a la gente, que queda a mi alrededor, yo no entiendo esta labor, como una casualidad, hacerla con dignidad, y siempre que pueda bien, es mi suerte y es también, mi responsabilidad”.
La vocación de Frino por los temas sociales y la música ha sido motivo de su gusto y reflexión, ya que realizó una tesis para obtener el grado de maestro en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México donde trato el tema: La Utopía, Alteridad y Ficción en la salsa narrativa de Rubén Blades. Más allá de un mero interés académico es clara la influencia de la obra de Blades en la crónica de Frino, pues existe un interés genuino en el acontecer cotidiano. Mientras Blades dice en Desapariciones:
“¿Adónde van los desaparecidos?
Busca en el agua y en los matorrales
¿Y por qué es que se desaparecen?
Porque no todos somos iguales
¿Y cuándo vuelve el desaparecido?
Cada vez que los trae el pensamiento
¿Cómo se le habla al desaparecido?
Con la emoción apretando por dentro”
Frino en 43 x 43 escribe:
“En cada nuevo estudiante preso,
en cada madre que busca un hijo,
en cada cosa que no se dijo
y está pendiente para el regreso.
En cada abrazo y en cada beso
que postergado para después
va acumulándose, mes con mes,
en cada banca sola en la escuela
y en cada hermano, padre o abuela
siguen faltando 43”
La columna Cortando Rábanos cada martes ha navegado en las intempestivas aguas de la cotidianidad y ahora está llegando a muy buen puerto, ya que está compilada en un libro, coeditado por La Secretaría de Cultura de San Luis Potosí; ediciones Del Lirio y el Museo de Arte Popular. El libro está ilustrado por Víctor Vélez Chubasco. El valor de este libro además de la puntual crítica y el excelente manejo de la métrica y el ritmo de la lírica de Frino es la música, sí, Cortando Rábanos incluye un disco con quince canciones de diferentes géneros. Décima a ritmo de rap con el tijuanense Alfredo Martínez Danger Alto Kalibre; son jarocho con el grupo Caña Dulce y Caña Brava; Blues con el grupo La Mula de Sietes y con las tremendas voces de Hebe Rosell y Betsy Pecanins; son arribeño con el grupo Gorrión Serrano; así como también con la colaboración de Vincent Velázquez, Citlali Malpica entre otros.
Cortando Rábanos es más que un libro de décimas, es un libro de crónica política de los acontecimientos de los últimos dos años. Tomando esto como referente entenderemos que algunos de los temas obligados son los estudiantes desaparecidos de la normal de Ayotzinapa, Guerrero; el encarcelamiento de Nestora Salgado, comandante de la policía comunitaria en la comunidad de Olinalá, Guerrero, por mencionar solamente algunos.
Décima con fundamento, décima con música. Aquella estrofa que cultivaron los célebres poetas del siglo de oro como Góngora y Sor Juana, hoy está vigente en la certera pluma de Frino. Una pluma precisa que da un punto de vista informado y que probablemente sea la piedra en el zapato de algunos.
“Soy la lucha postergada
en Río Blanco y Madera,
soy cada madre soltera
y cada mujer golpeada.
Soy la patria alebrestada,
machete que no reposa,
soy cada sueño en la fosa
común de nuestra cultura
y a pesar de la censura
vive Rubén Espinosa”.
Cortando Rábanos se presentó el pasado jueves 14 de julio en el Museo de Arte Popular, calle Revillagigedo número 11, delegación Cuauhtémoc, Colonia Centro, en la Ciudad de México. Presentaron: Guillermo Velázquez, trovador de los Leones de la Sierra de Xichú y uno de los máximos exponentes de la lírica popular en Iberoamérica; el ilustrador Chubasco; Rubén Mendieta, Director de Publicaciones de Ediciones Del Lirio y Walther Boesterly, Director del Museo de Arte Popular. En la parte musical estuvieron La Mula de Sietes, Vincent Velázquez, Isabel Flores y el grupo Gorrión Serrano. La presentación estuvo abarrotada, con más de 500 personas, quienes celebraron esta publicación bailando a ritmo de blues y huapango arribeño.
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