Cecilia Kühne
“En el barco sufrí una tempestad terrible, por poco se hundía el barco… Tenía agua, caray, y yo con este nombre. ¡Me voy a poner agua en algún idioma! Me pareció que no había ninguno suficientemente bello para que yo lo llevara. Agua en francés eau, en español también. Me voy a poner agua en náhuatl. Me puse Atl. Llegué a París, firmé con ese nombre mis cuadros, mis compromisos, etcétera. Llegué a Roma, en la universidad me gradué de doctor en Filosofía y me volví a París. Ahí me encontré a Lugones el gran poeta argentino, quien me dijo “Eso de Atl solo está muy feo, ¿por qué no te pones algún título?” “¿Título de qué, de príncipe, de rey? Soy doctor en Filosofía.” “¡Dr. Atl!”, exclamó Lugones. Al día siguiente llamamos a los amigos, que eran muchos, y en su departamento, que era muy bonito, pusieron una tina, la llenaron de champaña, me desnudaron y me metieron dentro. Me dijeron “Tú eres Dr. Atl”. Y desde entonces soy Dr. Atl”.
Gentes profanas en el convento, Gerardo Murillo, Dr. Atl
El 15 de agosto de 1964 murió en la Ciudad de México, en pleno uso de sus facultades mentales y dueño de todos sus talentos, el doctor Atl. Destacadísimo pintor, escritor, maestro, activista y apasionado vulcanólogo, vino al mundo en octubre de 1875 llamándose Gerardo Murillo.
Comenzó estudiando pintura desde temprana edad, recibió enseñanzas de Felipe Castro y cursó estudios en la ciudad de México, llegando a los 21 años a la Escuela de Bellas Artes. Su trazo, el uso de los colores y su talento eran de tal manera excepcionales que fue becado por el presidente Porfirio Díaz para que pudiera continuar con su formación académica en escuelas europeas, donde estudió pintura, y se interesó por la filosofía y el derecho, disciplinas que cursó en la Universidad de Roma, en Italia. Fue en aquel viaje y desde antes de tocar la orilla del viejo continente, donde le cambió la vida. Mientras iba hacia Europa una tormenta casi hunde la embarcación en la que se trasladaba y, entre tanta lluvia y miedo, su nombre cambió para siempre. Se llamaría “Atl” que significa “agua” en náhuatl. Y por ello, cuenta en su autobiografía, Gentes profanas en el convento, que cuando terminó su doctorado en filosofía, el escritor Leopoldo Lugones lo bautizó como “Dr. Atl”, para siempre.
Fue en Italia donde desarrolló fuertes intereses políticos: colaboró con el Partido Socialista, trabajó un tiempo en el periódico Avanti y adquirió una postura clara como revolucionario. Cuando volvió a México acabó convirtiéndose en el principal ideólogo del muralismo que a la postre explorarían Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. Su temperamento, su carácter revoltoso y la larga relación amorosa que mantuvo con Carmen Mondragón a la que él bautizó como Nahui Ollin, lo mantuvieron siempre en el ojo del público, tanto como lo hicieron sus creaciones artísticas, sus libros y sus exposiciones.
Otro de sus intereses cruciales fue el estudio y la representación de los volcanes y por ello dedicó una cantidad importante de su obra al Popocatépetl, al lIztaccíhuatl y al nacimiento del volcán Paricutín, hecho del que fue testigo. Sobre ello escribió un libro Cómo nace y crece un volcán. El Paricutín ilustrado con pinturas y dibujos de su autoría. Otra de sus creaciones, célebre entre todos los artistas, fueron los “atl-colors”, una pasta dura compuesta de cera, resina y petróleo con la que se podía pintar sobre roca, papel y tela. El Dr. Atl ingresó a El Colegio Nacional en 1950, recibió del Senado de la República la Medalla Belisario Domínguez, y ganó el Premio Nacional de Bellas Artes en 1958.
El Dr. Atl, escalando volcanes, tuvo un trágico accidente que le costó la amputación de su pierna derecha. Se cuenta que sufrió mucho por tener que cancelar su largo paseo diario sobre sus montañas de fuego. Sin embargo encontró la manera de seguir con su pasión y se dedicó entonces a sobrevolar los cielos. Así tuvo una visión más amplia y otra perspectiva de cómo se miran los volcanes dentro del paisaje.