Llegan las bajas temperaturas y con ellas nuestros cuerpos comienzan a temblar sin control, principalmente durante las noches y las mañanas, que es cuando más frío se siente. Ese tiritar es una respuesta natural de supervivencia del cuerpo para mantenerse caliente.
Cuando hace mucho frío (como estos días de invierno), no podemos evitar tiritar. Y aunque nos hace mucha gracia ver como tiemblan los demás, cuando nos toca a nosotros se convierte en algo no muy agradable, precisamente por no poder controlarlo y por la intensa sensación de frialdad que nos invade.
Tiritamos porque nuestro cerebro así lo ordena a nuestros músculos, sin pedirnos permiso, buscando producir calor en ellos con el movimiento. Son ciertas neuronas las encargadas de avisar a la mente cuando el frío alcanza ya unos niveles difíciles de soportar y ha de recurrir a la temblorina.
El cerebro manda impulsos eléctricos por medio de la columna vertebral hasta los músculos, los cuales se contraen y se relajan rápidamente, con lo cual el cuerpo genera calor, lo que evita, literalmente, que muramos de frío.
Investigaciones del área de fisiología térmica de la Universidad de Ottawa en Canadá, muestras que el hipotálamo, la glándula encargada de lo que podría definirse como el termostato del cerebro, estimula reacciones físicas para mantener el calor en los órganos.
Esto suele ocurrir en cuanto nuestro cuerpo baja de los 35° centígrados. Para ponerle un ejemplo, si el cuerpo tiembla durante un par de horas elevará su temperatura, pero debemos comer azúcares que nos den energía o si no, poco a poco el agotamiento nos vencerá. Esto explica el motivo por el cual se pasa tan rápidamente de la hipotermia a la inconsciencia.
Esta acción de temblar por el frío, es el último recurso al que acude el cerebro pues antes intenta otros caminos, como el minimizar el riego sanguíneo por la piel.
El objetivo del cerebro es mantener el calor en el centro de nuestro cuerpo, es por eso que las extremidades, como los dedos, son los primeros en congelarse, pues da prioridad a órganos vitales.
Es por este motivo que a bajas temperaturas se puede sentir una especie de cosquilleo en los dedos, pues el cerebro está limitando el flujo de sangre a las extremidades para que el corazón, principalmente, siga con el calor necesario para funcionar. Es por este motivo que las personas necesitan consumir más calorías en invierno, pues su cuerpo le exige más energía para convertirla en calor.
Por otra parte también podemos temblar de fiebre, precisamente debido a que nuestro cuerpo padece con ella una temperatura que no es la que tiene normalmente.