En los conciertos corría, brincaba, retorcía su cuerpo hasta límites insospechados y todo esto mientras tocaba su instrumento al que, a pesar de quedarle solamente una cuerda, lograba arrancarle unos sonidos absolutamente fantásticos. El público, que acudía en masa a todos sus espectáculos, no daba crédito a lo que veía y escuchaba. Los hombres lo vitoreaban y aplaudían, las mujeres se desmayaban entre jadeos y todos parecían quedar extasiados ante su magistral música y su capacidad artística.Posiblemente algunos de ustedes piensen que estoy describiendo algún concierto de rock moderno. Tal vez uno de Mike Jagger en sus buenos tiempos o quizás Jimy Hendrix que prendía fuego a sus guitarras.
Pero no, estoy hablando de un violinista, de hecho, el mejor violinista de la historia: Niccoló Paganini, italiano que destacó por un virtuosismo nunca antes visto.
El mito de Paganini se comenzó a fraguar cuando tenía 5 años. Su madre aseguró haber tenido un sueño en el que se le apareció el demonio y le dijo que su hijo Niccoló sería un violinista famoso. A partir de entonces su padre le obligó a estudiar música durante 10 horas al día.
Rápidamente comenzó a dar muestras de su enorme talento musical y con 6 años dio su primer concierto, a los 9 hizo su primera gira y a los 16 ya era mundialmente famoso. Comenzó a dar conciertos por toda Europa y su fama se elevó hasta límites inimaginables para la época amasando una gran fortuna que dilapidaba en fiestas y juegos de azar. Además, su popularidad como músico sólo era superada por su fama de mujeriego. Decían de él que a pesar de ser “feo y descuidado” ejercía una extraña y poderosa atracción a las mujeres. No en vano tuvo un lío con las dos hermanas del emperador Napoleón Bonaparte, entre otras muchas.
Pero lo más sorprendente de Paganini era, sin duda, su genio musical. Y no sólo por crear más de 200 composiciones musicales sino, sobre todo, por su increíble y peculiar técnica a la hora de tocar el violín.
Su cuerpo alto y desgarbado poseía un flexibilidad especial que le permitía realizar movimientos imposibles para cualquier otro, como cruzar los codos uno por encima de otro mientras tocaba o flexionar lateralmente las articulaciones de sus dedos consiguiendo llegar a notas inalcanzables para la mayoría de los mortales.
Una de sus habilidades más aplaudidas era cuando retiraba tres de las cuatro cuerdas del violín y con esa única cuerda hacía sonar el violín como si fueran varios los que se tocaran. También era capaz de hacer increíbles Pizzicatos (pellizcar las cuerdas) con la mano izquierda, la mano de los trastes. Para que se hagan una idea, aquí tienen un vídeo con algunas de sus técnicas.
NOTA: es un fragmento de la película alemana del 2014 “El violinista del diablo” del director Bernand Rose, hay que destacar que aquí lo pintan “guapo” (David Garrett) cosa que no era verdad.
Pero esta habilidad tenía un pequeño secreto y no se trataba, según se rumoreaba entonces, de un pacto con el diablo. En realidad se piensa que Paganini sufría del síndrome de Marfan, una enfermedad que afecta al tejido conectivo, lo que le da a quien lo padece largas y flexibles extremidades.
Como su genialidad musical surgió a una edad muy temprana, alcanzó las mieles de éxito muy joven, pero con ese éxito vino una vida plagada por el desorden y los abusos. Paganini, con tan sólo 16 años, llegó a perder tanto dinero que en varias ocasiones llegó a dejar empeñado su violín para poder cubrir sus deudas de juego. Pero al final, terminó librándose del vicio y nunca más se acercó a una mesa de apuestas.
Paganini era capaz de tocar a la espectacular velocidad de doce notas por segundo. Ese es el tiempo que la mayoría de los músicos tardan en leer doce notas. También innovó con sus técnicas de memorización; antes de él, todos los violinistas iban acompañados del programa que debía ser tocado. Paganini, a su vez, acostumbraba simplemente a subirse al escenario con su instrumento, sacudiendo su larga cabellera y poniéndose a tocar. Todo el programa estaba en su memoria.
Con todo ese talento extraordinario, el virtuoso violinista se convirtió en leyenda. Asociada a la increíble velocidad que alcanzaba cuando tocaba, estaba su apariencia cadavérica, que causaba cierto terror en las personas que tenían miedo de asistir a sus presentaciones. Niccoló medía 1.65 metros de alto, era muy delgado, tanto que su cuerpo y extremidades asemejaban a líneas largas y sinuosas, de cara muy pálida y rasgos marcados, ojos de águila (oscuros y penetrantes), nariz puntiaguda, cabellera larga ondulada que caía sobre sus delgados hombros. No era de extrañar, el hombre vivió toda su vida luchando contra una enfermedad severa que le exigía una dieta rigurosa y muchas horas de sueño. En la época, sin embargo, muchos creían que Paganini había vendido su alma al diablo a cambio de su perfección musical.
En 1840 Paganini cayó muy enfermo, y algunos días antes de su muerte el obispo de Niza acudió a visitarlo, pero Paganini se rehusó a verlo, insistiendo en que no estaba agonizante, que aún le quedaba mucho tiempo más de vida. Pero murió, y no hubo tiempo para que recibiera los sacramentos finales. Debido a esto, la iglesia se rehusó a concederle un entierro en un campo santo. Solo después de cinco años de la muerte de Paganini, su hijo, apelando directamente al Papa, obtuvo un permiso para enterrar el cuerpo del gran violinista en la iglesia del pueblo en las proximidades de Vila Gaiona en Italia.
Algunos historiadores afirman que el cuerpo de Paganini fue exhumado en diferentes ocasiones, pero hasta la fecha nadie sabe los motivos.