Como muchos otros inventos, el tupper nació por accidente. El comerciante e inventor estadounidense Earl Silas Tupper trabajaba como empleado de la compañía química DuPont a comienzos de los años ’30 y experimentaba con polímeros sintéticos que eran desechos del petróleo.
Lo que comenzó como un experimento se volvió realidad cuando Earl vio una oportunidad de negocio en la comida. Y es que en ese entonces iban saliendo al mercado los refrigeradores eléctricos y de gas, que no permitían que la comida se desperdiciara. Pero había un problema. ¿Dónde guardaban la comida? No podían dejar la carne directamente porque se echaba a perder o se congelaba y no podían meterla en latas porque además de congelarse se pegaba al metal.
Fue así que Earl Tupper ideó en 1946 el “Tazón Maravilla”, un mágico refractario hecho de desechos de petróleo, incoloro e inodoro con cierre hermético, que además permitía expulsar el aire y era la solución a incontables problemas para conservar frescos y limpios tanto alimentos como otro tipo de productos no comestibles. Hasta comienzos de la década del ’50 las ventas de su tazón maravilla estuvieron muy debajo de lo esperado y todo apuntaba al fracaso.
Hasta que una de sus clientes, la Sra. Brownie Wise, comenzó a ofrecer los tuppers con una demostración gratuita de sus múltiples usos y hacía reuniones familiares y con vecinos donde se juntaban todas las mujeres del barrio en una casa para conocer todas las novedades del catálogo de recipientes; las llamaba «Fiestas Tupperware”.
Tanto fue el éxito de las fiestas organizadas por Wise y el drástico aumento de ventas a través de este medio, que el señor Tupper decidió invitar a la mujer a formar parte de su compañía como vicepresidenta. Este novedoso sistema de venta directa hizo que Earl decidiera quitar su producto de los comercios y sólo se concentraran en la venta a través de demostradoras, quienes lideradas por Wise abaracaron todo el país.
Y así fue como nació el famoso tupper.