Nunca falta la tía o esa amiga que organiza los intercambios, ¿a poco no?
Pues esto se ha vuelto algo indispensable en las celebraciones Navideñas.
Una queja común durante la temporada de la Navidad es que esta celebración se ha vuelto demasiado comercial y todo se centra en los regalos. Pero el dar a los demás es una costumbre muy arraigada y no precisamente es comercial.
Existen diversas versiones acerca de la tradición de intercambiar regalos durante la Noche Buena: La primera de ellas ubica el origen de esta generosa costumbre en la antigua Roma.
Según cuenta la leyenda, en una ocasión los sirvientes del primer rey romano cortaron ramas de un árbol del bosque para regalárselas al monarca como un signo de prosperidad para el nuevo ciclo que comenzaba. Conforme pasó el tiempo, este acto fue llevado a la práctica por toda la población romana hasta convertirse en una tradición.
Otra versión considera a los regalos navideños como un símbolo de la visita de los tres Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltazar quienes regalaron oro, incienso y mirra.
Una última versión nos revela que los regalos no son más que la continuación de una antigua costumbre en la cual cada niño que nacía era presentado a los reyes llevándoles un regalo. Con el paso del tiempo, dichos regalos se fueron sofisticando y quedaron en el gusto de la gente hasta que intercambiar obsequios se convirtió en una tradición que persiste hasta nuestros días. Y aunque no siempre nos regalen lo que queremos, lo que cuenta es la intención.