El oso panda es el símbolo por excelencia de la cultura China y el gobierno hace de todo por evitar su extinción.
En la actualidad, según se estima que viven en China unos 1600 de estos animales en libertad y 200 más en cautiverio. Por desgracia para ellos, su especie, amenazada por la pérdida de su hábitat, la caza furtiva y la endogamia, corre peligro de desaparición.
Evitar su extinción se ha convertido para este país asiático en un asunto de estado, traducido en la adopción de medidas demasiado estrictas.
Por ejemplo, la ley china dice que: “Todo panda, incluyendo sus células reproductivas, es, por ley, propiedad de este país, habite donde habite, nazca donde nazca”.
El gobierno prohibió la exportación de ejemplares a finales del siglo pasado, excluyendo los gestos protocolarios de amistad internacional como el de regalarlos a los zoológicos extranjeros. ¿Se acuerda de “Tohui”, el famoso osito panda del Zoológico de Chapultepec? Bueno, pues este panda fue el primer oso de esta especie en nacer en cautiverio en México y fue hijo de dos ejemplares que regaló el gobierno chino en 1975. Aunque Tohuí murió a los 12 años, sus descendientes son y seguirán siendo propiedad de China aunque vivan en nuestro país.
Resta decir que en China matar a un oso panda o vender sus pieles (cotizadas en miles de dólares) se castiga con cadena perpetua, e incluso con la pena de muerte.
Y así con esta mano dura, los chinos lograron sacar de la extinción esta hermosa y gigante especie de oso.