Muchas veces vamos al baño y encontramos papel higiénico para asearnos, pero ¿qué pasaría si en vez de éste encontráramos una esponja amarrada en un tubo? Seguramente gritaríamos ¡no hay papel!
En la antigua Roma, entre el siglo cinco antes de Cristo y el cinco de nuestra era, se practicó este hábito de limpieza, el cual hoy sería el equivalente al uso del papel higiénico, sólo que la esponja amarrada a un palo y sumergida en un balde de agua salada estaba a disposición de todos en los baños públicos, por lo que los usuarios la compartían.
En Asia, aproximadamente en 1391 los emperadores chinos ordenaron la fabricación de hojas especiales para el baño, de 50 por 90 centímetros de longitud. Por su parte, los primeros pobladores de Norteamérica utilizaron las mazorcas de maíz hasta el siglo 18.
En zonas costeras se echaba mano de conchas marinas, mientras que en las islas, el equivalente al papel de baño eran las cortezas de coco.
La segunda mitad del siglo 19 marcó el inicio de la era del papel higiénico, ya que en 1857 el empresario neoyorquino Joseph Gayeti sacó a la venta el que llamó, “papel terapéutico Gayeti”, ya que se trataba de hojas de papel especiales para el baño, aderezadas con humectante, y en presentación de quinientas por paquete. Gracias a este invento y al paso de los años, todos podemos gozar del papel higiénico en sus distintas variedades.