Dentro de los viajes marinos hay diversas historias de naufragio y accidentes, pero hay una que nunca pudo ser esclarecida y se quedó como un gran misterio.
La desaparición del Mary Celeste supera todos los límites del entendimiento. Zarpó el 7 de noviembre de 1872 y no quedó ni rastro humano de él. Solo un montón de madera y provisiones fueron los testigos mudos de un expediente que, casi como si fuera un capricho del destino, todavía surca los mares en busca de alguien, o algo, que le dé una explicación.
El nombre del navío era “Mary Celeste”, el cual fue encontrado el 5 de diciembre 1872, navegando sin tripulación rumbo a Gibraltar, en el océano atlántico. La nave había salido de Nueva York el 5 de noviembre del mismo año con destino a Italia. El objetivo estaba muy claro. Transportar 1700 barriles de alcohol con el único propósito de aumentar la graduación de sus vinos.
El 5 de diciembre de 1872, este barco fue encontrado a la deriva por un barco inglés, a 600 millas de la costa portuguesa, entre las islas Azores y Lisboa. Al preguntar si necesitaban ayuda y no obtener respuesta, el capitán tomó sus binoculares y descubrió que el puente de mando estaba vacío.
Pero lo que hallaron dentro fue aún más asombroso. Cuando algunos de los hombres del barco inglés inspeccionaron el velero, no hallaron a nadie. Todo estaba vacío, y las cosas se encontraban en su sitio. Incluso había objetos de valor, los mil setecientos barriles de alcohol comercial que transportaba, y víveres suficientes para varios meses. En la cocina del barco, una olla con pollo recién cocido se apoyaba sobre el fogón aún caliente. Y en la mesa, los platos de comida se encontraban servidos, y tres tazas de té se hallaban aun tibias.
En el sollado de proa, reservado a la tripulación, todo estaba en su sitio: los sacos, botas y pipas de los marinos se encontraban ordenados. Incluso encontraron un frasco de aceite sobre una máquina de coser que, de haber habido un fuerte oleaje, debería haberse caído.
Todo parecía señalar que los diez tripulantes del “Mary” habían abandonado el barco poco tiempo antes, sin embargo, y aunque encontraron agua en varias partes del barco, la embarcación se encontraba en buen estado, los botes de salvamento no habían sido utilizados y no parecía haber sufrido una tempestad. Tampoco mostraba indicios de incendio, explosión, motín o violencia.
Aun así, encontraron que la última anotación en el cuaderno de bitácora del capitán databa del 24 de noviembre, y que algunos de los instrumentos elementales para navegar, como el cronómetro y la corredera, que medía la velocidad del barco, habían desaparecido.
Los marinos que lo encontraron llevaron consigo la embarcación a tierra firme, llegando a las costas de Gibraltar el día 12 de diciembre. Allí, la investigación avanzó y se conoció que el “Mary” había partido del puerto de Nueva York el 4 de noviembre de 1872 rumbo a Génova; y que su capitán llevaba consigo a su mujer, Sara, y a su hija Sofía. También se descubrió que la nave tenía roturas en su base inferior, pero luego se comprobó que fueron producidas por el mar, y que no comprometían el equilibrio de la embarcación.
Del mismo modo, un año después también se conoció que el capitán desaparecido, y el del barco inglés que halló al “Mary” eran amigos, por lo cual se levantó la sospecha de un posible arreglo para cobrar el seguro de rescate, pero el monto era tan pequeño que realmente no se justificaba el montaje de semejante espectáculo.
A pesar de este misterio, el barco siguió siendo utilizado hasta 1885, cuando encalló deliberadamente por mando de su último capitán, de apellido Parker, hasta que finalmente sus restos destruidos fueron hallados en 2001 en el arrecife de Rochelais, frente a las costas de Haití.