Se preguntará, ¿qué tienen en común el chaleco antibalas y la pizza? Pues aquí le contaremos la historia.
Aunque pueda parecer lo contrario, los chalecos antibalas no surgieron de un laboratorio militar; ni si quiera fue la Policía la que dio con este sistema de protección que cada año salva cientos de vidas. Más bien son el resultado de una idea genial de un repartidor pizzas, allá por finales de la década de los 60.
Fue exactamente un 21 de julio 1969, la noche en que el Apolo 11 partía desde la Luna rumbo a la Tierra, cuando Richard Davis, un ex marino que acababa de abrir una pizzería, fue asaltado cuando realizaba una entrega en la ciudad de Detroit. Sus atacantes tenían armas de fuego; y él también. En el tiroteo hirió a dos de ellos y a su vez él fue herido también en dos ocasiones.
Este evento hizo pensar a Richard en una manera de darle a la gente, en especial a los agentes de policía que se encontraban en la misma situación, una segunda oportunidad frente a las armas de fuego. Así que fue a su garaje, tomó un rollo de nylon y las correas de los cinturones de seguridad de su coche para crear el primer diseño de un chaleco antibalas.
Una vez que estaba seguro de que su idea era efectiva, Davis pasó largas horas cosiendo a mano los chalecos blindados y realizó una gira por los departamentos de policía de Detroit haciendo demostraciones en vivo, pegándose directamente un tiro en el pecho para demostrar que la tecnología funcionaba.
En 1974, patentó su segundo diseño de chalecos antibalas, esta vez fabricados con Kevlar, un plástico más resistente que el acero y 230% más fuerte que el nylon que utilizó originalmente.