Texto Cecilia Kühne
La imagen de Porfirio Díaz, como el color de su tez en las fotografías, ha cambiado con los años. En algún momento fue clara y luminosa, después parecía oscura y cruel. Sobre él se habló y se escribió mucho: dijeron que era un héroe, juraron que era un villano. Lo colmaron de atributos de emperador, de intenciones de empresario, de virtudes militares y de defectos como gobernante. Pero lo cierto es que la historiografía de México tiene su propia historia. Una que ha cambiado mucho y, como la de ciertos personajes, a veces es oficial y otras no tanto.
Nacido en Oaxaca, el 15 de septiembre de 1930 con el nombre de José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, fue el mexicano, que más veces y por más tiempo ejerció el cargo de presidente de México. Fue electo nueve veces y gobernó, con cortas interrupciones, desde 1876 hasta 1911.
Fue por ello y las pasiones de la Revolución, que la figura de Porfirio Díaz es todavía polémica. Sus detractores lo calificaron de dictador sangriento, injusto y enfermo de poder: Sus simpatizantes como un hombre progresista que había llegado a la cumbre desde abajo y regalado a México estabilidad e infraestructura. La época de Díaz, más allá de condenas o de elogios es importante. No sólo por la longevidad del General sino por el hecho de que durante el porfiriato se generaron muchas de las raíces de la identidad mexicana como una nación del siglo XX. Su sistema político, la estructura económica y su proyección cultural hicieron de México un país que se antojaba radiante y había llegado a la modernidad.
Porfirio Díaz, protagonista de varios episodios cruciales de la historia nacional, compartió también la suerte de varios gobernantes de América del Sur y América Central. Sobrevivió a su grandeza y a su infortunio y murió en el exilio. Justamente hace 100 años, en julio de 1915.
Fue en el mes de mayo de 1911, que Porfirio Díaz hizo pública su renuncia a la presidencia. El día 26 antes de las cinco de la mañana estaba en la estación de San Lázaro, esperando al tren que lo llevaría al puerto de Veracruz. El 31 de mayo el general Díaz partiría rumbo a Europa en el vapor de correo Ypiranga. Habría de llegar al puerto de Havre en Francia y se instalaría en París hasta el día de su muerte.
Cuentan que unos días antes de morir, la esposa de Porfirio Díaz, Carmen Romero Rubio, la escribió una carta a José Yves Limantour donde afirmaba que su marido tenía la creencia de que cuando se calmaran las pasiones y se pudiera juzgar con absoluta frialdad a los hombres y los hechos de México, la verdad acabaría por abrirse paso.
Probablemente hoy, que se celebran los cien años de la muerte de Porfirio Díaz ha llegado el momento. De dejar atrás ideas preconcebidas. Y abandonar el porfirismo o el antiporfirismo. Mejor, un acercamiento y una reconciliación con nuestra historia.