La segunda edición del festival Hipnosis tuvo un par de inconvenientes: el clima lluvioso y frío, y el cambio casi repentino de sede, pero eso no fue pretexto para que se llevara a cabo de manera exitosa.
Originalmente, tendría lugar en el Deportivo Lomas Altas en la Ciudad de México; sin embargo, unos días antes anunciaron el cambio a Las Caballerizas Huixquilucan, en el Estado de México, lo cuál causó revuelo entre el público asistente, pero la organización del festival supo lidiar con esto y brindó traslado gratuito a las personas desde distintos puntos de la ciudad.
Además, el bosque fue la locación perfecta para este festival de rock psicodélico, alejado de la urbe y adaptado con un único escenario, food trucks, tirolesa, carpas de mercancía, baños y sitios para descansar.
Cuando aún podíamos sentir el calor del sol, el talento nacional fue el encargado de abrir Hipnosis con bandas como Sgt. Papers, Build a Vista y San Pedro el Cortez.
Desde Australia, las hermanas Findlay abrieron pista a las bandas internacionales con su proyecto Stonefield, un muy buen acto en vivo que acompañó al público mientras el cielo comenzaba a nublarse.
Los Tame Impala Brasileños, así llaman muchos de sus fans a los Boogarins, con los iniciales acordes de su música llamaron a las primeras gotas de lluvia. Ya había lodo por todas partes y a pesar de una que otra queja, el público seguía bailando con los neoyorquinos DIIV y su dream pop.
La noche comenzó a caer y con ella, la llegada de OM quedó perfecta, con su música un poco más oscura que hizo a muchos entrar en trance.
Al salir los Wooden Shjips y los Allah-las, la lluvia se puso un poco más intensa y algunas personas vieron el show refugiados en las carpas; los mejor preparados, con botas e impermeable, pudieron disfrutarlo frente al escenario.
El día se terminó con uno de los actos más esperados: Unknown Mortal Orchestra, desde Nueva Zelanda, quienes dieron un gran show con un setlist muy parecido al de su presentación en el Festival Capital del 2016.
Lodo, lluvia y pies cansados no impidieron que la gente coreara al unísono el nombre de la banda estelar de la noche: King Gizzard and the Lizard Wizard, que en los primeros minutos del día domingo salieron al escenario para acomodar sus instrumentos y hacer su prueba de sonido. Rattlesnake comenzó a sonar, se hizo el mosh pit y todas las quejas dejaron de importar con el acto de calidad y precisión de la banda australiana.
En general la organización y producción del festival fue buena y la calidad del audio en todos los actos fue excelente, lo cuál nos deja una gran experiencia y con ansias de la edición 2019.