By David Mejía
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Los murmullos de la multitud incrementaban al paso del mediodía en la periferia del Autódromo Hermanos Rodríguez, en una suerte de bullicio incesante a lo que sería la culminación de una década más, musicalmente hablando. La música nuevamente como punto de encuentro de las masas, de rostros infantiles, jóvenes y maduros; de todas las edades que coexisten dentro de un mosaico generacional capaz de comunicarse al escuchar la ejecución de un simple acorde… Así fue como se escribió la historia del #Capítulo10 del Festival Corona Capital 2019.
Cinco escenarios, más de cincuenta bandas y una asistencia que rebasó las 90 mil personas, enmarcaron el transcurrir del evento que desde su apertura congregó la atención de quienes puntualmente arribaron para disfrutar de jóvenes propuestas como la de Pip Blom. La representante de Amsterdam presentó Boat, disco debut que la ha puesto en el radar con temas como “Don’t Make It Difficult”, “Daddy issues” y “Tired”; las cuales inauguraron el desfile musical que horas más tarde culminaría con el nostálgico e infalible retorno de The Strokes. Visiblemente entusiasmados, Pip Blom y su banda empató su trabajo con las emociones de los recién llegados, “ustedes están locos”, remató la cantante esbozando una sonrisa para concluir su presentación.
Las nubes refrescaron el atardecer, mitigando el cansancio de quienes iniciaban su caminar entre los escenarios del festival. Lejos del escaparate destinado para el espacio de los headliners, la carpa Levi´s albergaba desde temprano una multitud que inevitablemente se disolvía en un aura de energía y baile gracias al despliegue de pop electrónico y sus sintetizadores, con artistas como Miami Horror, Nick Murphy y Poolside. Los estadounidenses creadores del Daytime Disco ambientaron con su onda chill, en sincronía con los matices del cielo de atardecer, correspondiendo con la detonación anímica que Miami Horror propició con temas como “All it ever was”, “I look to you” y “Leila”.
El eco del bullicio incrementó súbitamente con la oscuridad de la noche, cuando de pronto Franz Ferdinand se apoderaba del escenario principal tocando “No You Girls”. Los escoceses hicieron evidente su gusto en el público mexicano, que para entonces mutó en un auténtico mar de gente, todos en algún punto, conectados por los clásicos “The Dark of the Matinée”, la nostálgica “Walk Away” y la brutal “This Fire”. La inconfundible voz de Alex Kapranos retumbaba en las inmediaciones del escenario contiguo, donde su banda compatriota, Travis, daba por terminado su recital con “Turn” y la icónica “Why Does It Always Rain on Me”.
A la distancia los entusiastas de Weezer hacían guardia en otro de los escenarios del Corona Capital. Los cánticos “oe oe oe oe Weezer, Weezer” tomaban fuerza mientras a lo lejos se oían las últimas notas de Franz Ferdinand. “Bienvenidos a nuestro concierto”, expresó Rivers Cuomo junto a su banda arrojando desde el principio todo su arsenal con “Buddy Holly”, “Undone – The sweater song” e inmediatamente “Take on me”, canción popularizada en los ochentas por A-ha.
Los ríos de gente se encauzaron hacia el escenario principal conforme se acercaba la hora del regreso de The Strokes. Cuando las luces se apagaron, la efervescencia multitudinaria arropaba la llegada del quinteto neoyorkino que empezó su espectáculo con “Heart in a Cage”. El setlist de la noche dio prioridad a sus primeras tres producciones, mismas que cambiaron el rumbo de la música a principios de siglo: Is This It, Room on Fire y First Impressions of Earth. Julian Casablancas en su papel de rockstar bromeaba con un “You sucks”, en un concierto sin lugar para el descanso con clásicos como “New York City Cops”, “Reptilia”, y “Juicebox”. Así concluyó la primera parte del Capítulo 10, paradójicamente con la canción que dio comienzo a la historia de The Strokes, Last Nite, ante más de 95 mil voces que al unísono cerraron juntos una década más en la historia de la música contemporánea.