Texto por Cecilia Kühne
El año en que nació Miguel Ángel de Quevedo empezó en miércoles y con la noticia de que las escuadras inglesa y francesa habían llegado a Veracruz para lanzar un ultimátum al presidente Juárez. Era 1862 y las convulsiones políticas se sucedían una tras otra: los Estados Unidos de Norteamérica se hallaban paralizados por la Guerra Civil, los ingleses exigían el pago de su deuda y los franceses, comandados por Napoleón III, intentaban crear un imperio en México. La lucha entre conservadores y liberales dividía a la nación y la patria se hallaba en permanente estado de desazón y alerta. Sin embargo, los primeros años del que llegaría a ser llamado “Apóstol del árbol” y su familia, fueron completamente diferentes.
Miguel Ángel de Quevedo y Zubieta nació en Guadalajara, Jalisco, el 27 de septiembre de 1872 en el seno de una familia próspera y pudiente. Cuentan sus biógrafos que gozó de varios privilegios, estudió en las mejores escuelas y no desarrolló especial interés en la vida vegetal y sus asuntos, hasta varios años después y “por inspiración extranjera”. Y es que la vida le cambió cuando tenía 10 años y sus padres murieron contagiados por una epidemia que asoló a todo el Occidente del país. Huérfano y solo, el joven Miguel Ángel quedó bajo la custodia de su tío, un canónigo que residía en Bayonne, Francia.
Las circunstancias adversas lo enfrentaron no sólo a la muerte de sus padres sino al aprendizaje de una lengua extranjera, y provocaron su decisión de seguir el camino del celibato. Cuenta la leyenda de su vida que fue el paisaje de los Pirineos el que despertó su pasión por los árboles y por la naturaleza. Durante su estancia en Francia se matriculó en colegios que se encontraban cerca de las montañas y con maestros que combinaban la academia con la experiencia del trabajo en el campo. Posteriormente ingresó a la Universidad de Burdeos, donde recibió el grado de bachiller en Ciencias en 1883.
Estudiante dedicado, con su título y una recomendación de Gastón Planté, miembro de la Academia de Ciencias de Francia, marchó a París y se graduó como ingeniero civil, con especialización en ingeniería hidráulica. En 1887 obtuvo su grado por la Escuela Politécnica en París. Planté, cuya abuela era mexicana, lo impulsó todavía más y lo recomendó con otros educadores. Quevedo aprendió la importancia de la conservación de los bosques gracias a maestros como Paul Laroche o Alfredo Durand-Claye.
En 1887, el flamante ingeniero Miguel Ángel de Quevedo volvió a México. Estaba ansioso de aplicar lo que había aprendido y concentrado en difundir la importancia de la protección forestal. Su primer trabajo fue como supervisor de las obras de drenaje, el proyecto de desagüe, en el Valle de México. El resultado fue un proyecto grande y exitoso que resultó en la construcción del Gran Canal y de un gran túnel en el extremo noreste del valle, que sacaría miles de metros cúbicos de los lagos que rodeaban a la Ciudad de México.
Sus aciertos profesionales y su labor en el gobierno no se detuvieron nunca. A principios del siglo XX, Quevedo ya trabajaba en la Secretaría de Agricultura, había desarrollado un programa de parques para el área urbana de la ciudad de México, que en una década incrementó en 800 por ciento las áreas verdes. Pero fue en el año de 1907, cuando Miguel Ángel de Quevedo, convocado por el gobierno de Porfirio Díaz, donaría el terreno para crear los Viveros de Coyoacán, empleando los potreros de la antigua hacienda de Panzacola, propiedad de su familia. Quevedo logró que los Viveros produjeran 2,4 millones de árboles para distribuir por toda la ciudad.
Durante el gobierno de Francisco I. Madero, Miguel Ángel de Quevedo creó una reserva forestal en Quintana Roo y no fue sino hasta 1914 cuando sus proyectos se vieron interrumpidos tras el golpe de estado de Victoriano Huerta el cual lo obligó a exiliarse del país. Pero eventualmente volvería. Durante el gobierno de Venustiano Carranza trabajó para lograr que el “Desierto de los Leones” se convirtiera en el primer Parque Nacional de México. En 1922 fundó la Sociedad Forestal Mexicana pues uno de los propósitos era conseguir la implantación de una ley forestal. Fue con Plutarco Elías Calles cuando se promulgó tal ley convirtiéndose en el arquetipo para todas las subsecuentes leyes forestales en el país. Miguel Ángel de Quevedo murió en su casa de Coyoacán, muy cercana a Los Viveros el 15 de julio de 1946.
Visionario y, sin duda, uno de los primeros activistas ecológicos de México, Quevedo fue también un profeta: Advirtió que el crecimiento de la Ciudad de México, aunado a la aniquilación de sus ríos y lagos, la harían propensa a inundaciones y luchó por conservar la naturaleza que rodeaba a la gran urbe, previendo que la devastación forestal a favor del medio ambiente y de la salud de los habitantes. Sus palabras como un sino, resultaron todas ciertas. Hoy para recordar a Miguel Ángel de Quevedo hay que olvidar a la avenida que lleva su nombre. Es más hermoso pensar que cada habitante de la ciudad de México le rinde un homenaje cuando planta y conserva un árbol.
Me encantó su artículo, me hace recordar mucho a mi padre que nació en el D F en el año de 1906 y estudió lo a carrera de Ingeniero Forestal…yo casi estoy segura que ambos se conocieron, mi padre trabajó varios años en los viveros de Coyoacán y también en el estado de Quintana Roo… después se fué a vivir a la ciudad de Chihuahua en finde llegó a ser Secretrio de Agricultura y Ganadería y sr casó con mi madre, yo soy la menor de 8 hijos.
Muchas gracias por este hermoso recuerdo y por el comentario. Es importante y grande la labor de los ingenieros forestales mexicanos como su padre y como el Ing. Miguel Ángel de Quevedo. Saludos cordiales.